Capítulo 44

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   Melquíades Derkin estaba cargando con polvo de luz las lámparas de papel cuando oyó la campanilla sobre la puerta

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   Melquíades Derkin estaba cargando con polvo de luz las lámparas de papel cuando oyó la campanilla sobre la puerta. Se apartó del escritorio y saludó al desconocido que acababa de entrar. Por la galera, el largo gabán oscuro y la empuñadura de la espada que se entreveía en el abrigo, debía de tratarse de algún joven de clase alta, o incluso de un funcionario público. Su empaque le hizo pensar a Derkin en un militar sin uniforme.

   ¿Inspecciones del gobierno? Eso no era lo que le había prometido Ríkbert Milvain.

   ―¿Busca algo específico, caballero? ―dijo Melquíades.

   ―Recorrí media ciudad buscando un reloj para mi novia, pero hasta el momento no encontré ninguno que me convenciera.

   ―¿Y qué clase de reloj le gustaría a su novia?

   ―Pues... ―Sin dejar de estudiar los estantes, el caballero apoyó la mano en el ancho cinto, debajo del gabán, y Derkin pudo ver mejor el oro de la guarnición de la espada y la vaina plateada colgando del tahalí―. Busco relojes de arena. ¿Vende de esos?

   Al oír la palabra arena, Melquíades tuvo un escalofrío: sospechaba que la arena maldita estaba distribuyéndose en la región, y saber que una vampira como Elven dominaba la hechicería oscura no auspiciaba nada bueno. ¿Y aquellas cajas con relojes de arena que él había visto al pasar por la nueva intendencia de Guardianes? Allí donde antes se alzaba el cottage de Alestia Vorsch, ahora un tinglado hacía las veces de punto de abastecimiento de armas. ¿Solo de armas? Como fuese debía cuidarse: vaya a saber con qué propósitos se venía el desconocido.

   Se frotó las manos, y fingiendo una sonrisa dijo:

   ―Espéreme aquí. Le traeré el catálogo.

   "Lástima que no está Remi", pensó, pasando a la trastienda. El chico podría estar buscando el catálogo, mientras él vigilaba al desconocido.

   Agarró el inventario de relojes y pequeñas maquinarias, y volvió a la tienda. El caballero estaba hojeando un diario de viajes, casualmente junto al anaquel donde Derkin mantenía ocultos los dos grimorios arcanos, invisibles por un hechizo.

   ―"Diario de exploraciones: Entre auroras y espinas" ―murmuró el visitante leyendo el título en la cubierta―. En esta región, empiezo a creer que hay más exploradores que entes oscuros.

   ―Aquí tiene ―dijo Melquíades, abriendo el catálogo sobre el escritorio―. Estos modelos con madera y rosas talladas son muy bonitos, me quedan unos pocos.

   El muchacho devolvió el diario al estante y hojeó con desgana el catálogo. Tal como Melquíades había intuido, ninguno resultó de su interés.

   ―Veo que tiene mercancías de gran valor para los coleccionistas ―le dijo el caballero, cerrando el catálogo y echando una mirada por la habitación―. ¿Alguna vez tuvo problemas con la inseguridad que crece día a día?

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora