Capítulo 75

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   El sol moría en el horizonte descampado y de montañas nevadas: un paisaje que acompañaba la melancolía de los pensamientos de Alan Valken

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   El sol moría en el horizonte descampado y de montañas nevadas: un paisaje que acompañaba la melancolía de los pensamientos de Alan Valken. Solo y en el gabinete de estudio que solía usar durante sus primeros años como Buscador y entrenador de esgrima en ese Centro, Alan se había abandonado a sus recuerdos con Voryanda Rynfer. Voryanda, la única a quien él había amado de verdad, la única a quien no podía quitar de su memoria, inmortal en su corazón.

   Y pensar que había sido Exan Deil quien había propiciado el encuentro entre ellos dos en aquella casona de Zelania, la misma que él había visitado no hacía mucho con Ery y el Cazador.

   Las sombras del pasado volvían para recordarle su pacto con Exan Deil, que él había concertado, aun sabiendo que condenaría su alma. En aquel entonces, casi un siglo atrás, Alan Valken defendía que el bien propio debía subordinarse al bien común, pues eso fue lo que había aprendido de su padre. Decidido a seguir los pasos del senador Valken con el fin de ayudar a su ciudad, él concertó aquel pacto de vida eterna para poder prolongar los beneficios de aquella gestión. ¿Pero adónde lo llevarían las matanzas a las que en ocasiones lo obligaba a participar Exan Deil? Para Valken, una vida inocente menos no era un simple daño colateral, como la calificaba el Cazador. Además, el vínculo entre ellos dos era prácticamente imposible de restablecer, a partir del duelo a muerte que habían sostenido días atrás. ¿Seguiría vigente el pacto que a él le otorgaba vida eterna? Tal vez sería mejor que no, porque con las décadas había ido descubriendo que era muy alto el costo de vivir atado a los condicionamientos de Exan.

   ―Hace tiempo que no veía a mi antiguo discípulo tan circunspecto.

   Apenas oyó la voz del Cazador detrás de él, Alan desenvainó la espada, y en dos saltos acometió al enemigo. Exan Deil lo eludió con un giro de piernas, y enseguida una llave estranguladora se cerró en el cuello del Buscador.

   Alan sintió que todo se le nublaba.

   Cuando abrió los ojos, vio que, de pie en el rincón más oscuro del gabinete, Exan mantenía las manos a la espalda, la expresión velada por los lentes de jaspe negro.

   ―Me enorgullece ver los resultados del entrenamiento que te impuse ―le dijo Deil, mostrando una sonrisa fugaz.

   ―Pero no fue suficiente. ―Alan se levantó del piso y se frotó el cuello. Miró en derredor, buscando su espada.

   Exan dio un paso hacia él, y le tendió a Rynfer presentándole la empuñadura:

   ―Por la forma en que me has recibido, Buscador, ¿crees que nuestro vínculo terminó en aquel campo de batalla?

   ―Desde luego que no, Cazador. ―Una vez que Alan, cauteloso, recuperó el arma, inmediatamente la tendió de punta hacia la garganta de Exan Deil.

   El Cazador amplió su sonrisa, y esa fue su única reacción a la amenaza. La punta de la espada ya estaba a un milímetro de la piel de su cuello, pero él permanecía inmóvil. ¿Aceptaría Alan Valken la invitación a atravesarle la garganta? La punta se hundió ligeramente, y sacó de la piel una gota rubí. Pero Exan Deil permanecía siempre inmóvil. Su sonrisa no se alteraba en lo más mínimo.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora