Capítulo 22

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   El viaje desde la casa del asesinado gobernador de Moskiul hacia la frontera con Valday le resultó muy provechoso a Exan Deil

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   El viaje desde la casa del asesinado gobernador de Moskiul hacia la frontera con Valday le resultó muy provechoso a Exan Deil. En poder del jirón de tela roja, el Cazador pudo percibir la energía vampírica. La conocía, ya se había topado con esa fuerza. Incluso aquella misma mañana la tuvo delante de sus pasos: la energía emanaba de la "zorra" que aterrorizó a la flamante viuda del gobernador. Y Exan Deil le siguió el rastro.

   "Y acaso la persecución es mutua", se dijo Exan, animado ante tal perspectiva.

   Al llegar a la frontera oriental con Valday, se detuvo a inspeccionar los abedules que bordeaban la carretera. Reconoció las marcas en la corteza rugosa, semejantes a las que rodeaban los terrenos de su castillo.

   "Portales, ¿verdad? ―se dijo Exan―. Runas-portales para agilizar tu huida de mí".

   Jamás pensó encontrarlas al servicio de aquella vampira. ¿Cómo habría llegado hasta ella el conocimiento, la posesión de aquel recurso extraordinario? Solamente quien cursara estudios en el Centro de Ribinska podría saber de la existencia y del uso de los atajos mediante runas.

   "Lo cual aporta una interesante pista", pensó Exan Deil, en quien ya despuntaba cierta sospecha acerca de la identidad de la vampira.

   Lástima que él desconocía aquellas runas-portales talladas en la corteza de los pinos: si lograra restaurarlas, podría seguirle el rastro. Pero un cambio en la energía que lo rodeaba hizo que el jirón rojo palpitara bajo el capote: la vampira seguía al acecho, acaso muy cerca.

   Se descolgó el fusil que le había sustraído a un inexperto Guardián de Moskiul, y preparó una carga. El ruido debió de alertar a su enemiga, sea donde fuese que se ocultase, porque el jirón volvió a palpitar.

   El Cazador se giró y disparó hacia la bruma negra que divisó en la penumbra del cordón de árboles. Era muy rápida. Oyó pasos a su lado, y volvió a disparar. Esta vez logró distinguir a la vampira durante su desmaterialización, pero el tiro no impactó contra ninguna consistencia. Corriendo, Exan siguió el rastro de neblina hasta uno de los abedules, en el que brillaban marcas-portales: la enemiga había logrado escapar hacia su siguiente destino. Pero en su huida dejó cierta prenda preciosa, enganchada entre las ramas del abedul.

   Exan Deil se colgó el fusil, y recogió el manto de la chupasangre, del que aún desbordaba energía vampírica. A la luz del sol que iba muriendo, observó los dos agujeros del tejido: uno correspondía a su disparo, y el otro, más grande, tenía las dimensiones del trozo que él había recogido en el jardín de la casa de Gobierno de Moskiul. Ahora disponía de suficiente material para seguir mejor la energía de su presa. Lástima que no contaba con un poco de esa sangre maldita.

   Y el tacto del manto carmesí le trajo el recuerdo de la remota sensación que había percibido en la posada: ¿era posible que una criatura de la Noche lo estuviera siguiendo también a Valken, y también a Dómac, su Defensor? Aquello se volvía muy interesante.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora