Preludio

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   En la penumbra del gabinete, la lámpara de cristales de luz junto a Alestia Vorsch se apagaría de un momento a otro. Ella desplegó un papel en blanco sobre el escritorio de nogal, y con la yema del dedo trazó encima las runas de ocultamiento. Después, rebuscó en un cajón hasta dar con la tinta que se había traído de las santas tierras de Learis. Mojó la pluma de búho en el tintero, y trazó las primeras palabras de la invocación que protegería a Ery Nebresko.

   Alzó la vista, más allá del escritorio y de los cuervos y búhos de bronce envejecido que vigilaban su labor, inmóviles al borde del atril. La claridad se filtraba entre el cortinado de ámbar que la separaba del depósito de libros, una claridad dorada que se desplazaba al ritmo de las botas con taco de bronce que oía entre las estanterías.

   ―Maestra, ¿estás aquí? ―dijo, lejana, la voz de Ery.

   ―Aquí estoy ―respondió Alestia, deteniendo en el aire la punta de la pluma. Con una sonrisa, pensó que en pocos días su protegida dejaría la Casa del Conocimiento. ¿Extrañaría Ery todo ese mundo de maravillas resguardadas en las enciclopedias y los tratados que ocupaban los cientos de anaqueles custodiados allí?

   ―Maestra. ―Alestia vio que Ery apartaba la cortina. Al levantar un farol de cristáluz, le sacó brillos al prendedor de cobre que le sujetaba la breve corbata sobre la camisa―. Es medianoche, estaba por cerrar el depósito.

   ―Ya termino, Ery. ―Alestia apartó de la mirada de Ery el papel y los trazos invisibilizados por las runas―. Yo cerraré, no te preocupes. Ve a descansar.

   ―¿Por qué no usas una de las estilográficas que recibimos la semana pasada, maestra? Son más cómodas para escribir y... ahorrarás en tinta y tiempo.

   ―Gracias, Ery.

   La muchacha se despidió con una sonrisa, y salió del gabinete.

   Pensativa, Alestia se acarició el mentón con la pluma. Se preguntó si la candidez y la amabilidad de Ery la mantendrían a salvo en aquella ciudad a la que se mudaría. Quizás, además de aquella invocación protectora que acababa de asentar en el papel, le prepararía un amuleto. Algo más tangible que la acompañara en las peligrosas calles de Moskiul y más allá. A veces, derrotar al Mal implicaba el sacrificio de inocentes, pero ella tenía grandes planes para Ery Nebresko. Debía cuidarla.

 Debía cuidarla

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Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora