Capítulo 76

105 27 23
                                    

   En la habitación que le habían designado en el Centro de Ribinska, Ery preparaba su equipaje

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   En la habitación que le habían designado en el Centro de Ribinska, Ery preparaba su equipaje. Mientras guardaba en sus estuches la pistola, regalo de Exan Deil, y la daga que le había obsequiado Valken, un pensamiento le daba vueltas en la cabeza: dos meses en el castillo de Exan, y un año en Agalia aprendiendo de Botis. Había aceptado esa propuesta sin pensarlo mucho: aunque la perspectiva del entrenamiento con Botis era sumamente atractiva, en este nuevo contexto no le quedaba más remedio que aceptarlo todo.

   Se preguntó qué haría de tener la posibilidad de volver a su estado de humana. Había sido forzada a convertirse en una guerrera nóckut, y eso suponía enfrentar una existencia de siglos. Y todo sin haber sido consultada, y, en buena parte, en contra de su voluntad. Además, algún día volvería a Portis Edenia. ¿Cómo le explicaría a su familia su nueva condición de nóckut? Y lo peor: al paso de las décadas, estaba condenada a sobrevivir a sus seres queridos y verlos partir.

   "Si tan solo pudiera sentarme frente a Alestia Vorsch ―pensó― para exigirle que me revele el porqué de haberme convertido en nóckut".

   Sí, ya estaba convencida de que el viejo Derkin, disfrazado en aquella cena de Belas Siren, le había administrado la muestra de sangre nóckut por orden de Alestia, Hechicera y antigua maestra de la vampira Elven.

   Se enjugó los ojos, que desbordaban de lágrimas, dispuesta a no perder tiempo con pensamientos vanos. Ahora era una nóckut, no debía mostrar debilidades. Debía dejar atrás cualquier sentimentalismo vinculado con su vida pasada que pudiera entorpecerle su nuevo camino. Sí: su afectuosa relación con Alestia Vorsch era cosa del pasado.

   Ahora, en vistas de su inminente regreso al castillo de Exan Deil, pensó en Arixia. Echaría de menos a su maestra de polvos de luz, quien pasaría una temporada al norte de la región, en el extranjero, trabajando en la clínica de Rúsel Dómac, el hermano de Tádef. Por eso, durante ese tiempo, ella tendría que habituarse a ser la única mujer en el castillo del Cazador. Al menos contaría con la ayuda de Nymer y del cocinero Equis.

   El equipaje estaba listo. En minutos más, cruzaría el portal de la Cámara de los Espejos. Sólo le faltaba despedirse de Botis. Los demás ya habían partido hacia sus destinos: Alan, a Valday; Remi, a Moskiul; Arixia, al norte y en compañía de Tádef; y Devnus ya debía de estar cumpliendo alguna guardia en el Centro.

   Pensó en lo único bueno que tenía todo aquel asunto: la esperaba un año de entrenamiento con Botis, nada menos.

   "Ojalá que los dos meses en el castillo del Cazador pasen rápido", se dijo.

   Cada vez que pensaba en el nóckut, como ahora, se le aceleraba el corazón. Pero no debía hacerse ilusiones: ¿cómo un guerrero se interesaría en una bibliotecaria, aunque los dos fuesen nóckuts?

   "Bah ―se dijo―. Todo es posible en este mundo".

   Para distraer sus pensamientos, se puso a revisar por enésima vez el contenido de su mochila, cuando llamaron a la puerta. Tomó aire, pensando que no debía fantasear con el guerrero nóckut, que bien podría estar esperando en su umbral. Consideró también que, si era Exan quien la estaba llamando, debía darse prisa en ir a abrir.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora