Capítulo 61

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   Con la protección del cordón boscoso, Kerni los llevó por la ladera de la cadena de montes a través de un sendero prácticamente invisible

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   Con la protección del cordón boscoso, Kerni los llevó por la ladera de la cadena de montes a través de un sendero prácticamente invisible.

   En menos de una hora llegaron a la altura de la gruta. Los Ingenieros no habían dejado ninguna señal de su incursión a la biblioteca subterránea, de manera que debían valerse de los planos obtenidos por Kerni.

   ―¿Qué trabajos mantenían ocupados a esos Ingenieros para que terminaran encontrando este templo de las profundidades? ―preguntó Alan.

   Desmontó ante la gruta y sacó de la alforja los binoculares. Desde que se habían separado de Exan, lo asolaba la inquietante sensación de que estaban observándolos. Oteó el cielo nuboso, y entre grullas berisianas y pigargos creyó distinguir una sombra alada, bastante grande para tratarse de algún ave de la región. La sombra se perdió de vista, y Valken se quedó al menos con una certeza: tampoco se trataba de Elven.

   "Lo cual no quita ―pensó― que la vampira no haya enviado a un espía oscuro".

   ―Es normal que los gobernadores o el propio Centro de Ribinska movilicen Ingenieros para explorar el territorio ―explicó Kerni, revisando el plano―. Sabes bien de las dificultades que hay para extender los caminos fuera de las ciudades confederadas.

   ―Tal parece que la estrategia de las fuerzas del Mal se empeñaran en mantener a las ciudades aisladas del resto del mundo. ―Alan guardó los binoculares―. Algún día me gustaría estudiar el potencial bélico de los aerostatos del norte de Agalia. Jamás creí que existiesen modelos aspados. ¿Cómo será su artillería? Por lo que mencionó Botis, son un recurso interesante para las cacerías de demonios voladores.

   ―No te imagino como aeronauta, Valken ―dijo Kerni―. En el Centro oí que empezaron a ensayar con modelos de hidrógeno. Al parecer, hay escasez de piedras gasaéreas.

   ―Creo que nunca me subiría a uno ―dijo Ery―. ¿Son seguros?

   ―Eso es lo que están comprobando. Nada se compara con la seguridad de aquellas piedras.

   ―En mi ciudad natal no hay aerostatos ―dijo ella―, pero al menos contamos con un ferrocarril, a diferencia de estas ciudades confederadas.

   Kerni llevó al caballo hacia el umbral de la gruta:

   ―No es nuestra culpa que esta región esté maldita.

   Alan y Ery siguieron a Kerni gruta adentro, a pie y llevando de la brida a los caballos.

   ―Permanezcan alerta ―dijo Valken―. El enemigo podría saber que ya estamos aquí: acabo de advertir en el cielo una figura alada de gran envergadura, aunque no era Elven.

   Ery se acercó más a él, aunque con la mano cerca de la pistolera.

   Y hacía bien, porque ni ella ni los otros dos sospechaban que aquella silueta voladora era Nuntis, el espía demonio invocado por la vampira, y que ahora los sobrevolaba oculto entre las nubes.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora