Capítulo 60

65 29 17
                                    

   Elven arrancó el mapa del libro, lo enrolló, lo guardó en un estuche y se lo entregó al demonio-mensajero que acababa de invocar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Elven arrancó el mapa del libro, lo enrolló, lo guardó en un estuche y se lo entregó al demonio-mensajero que acababa de invocar. Nuntis, aquel ente de bajo rango, era lo más inofensivo que había encontrado en el grimorio traído del templo de la Hermandad de Sangre.

   "Tan inofensivo como útil para mis propósitos", pensó Elven.

   El demonio se envolvió en el manto con capucha que ella le había dado para esconder el esquelético cuerpo oscuro y la cabeza sin pelo. Dos cortes en la tela de la espalda le permitían asomar las alas de murciélago, necesarias para desplazarse por la ciudad y la tundra berisiana.

   ―Apúrate, Nuntis ―ordenó Elven―. Revisa si hubo disturbios entre los cachorros que invoqué en la margen oriental del Gran Río. Cuando vuelvas, deberás indicarme en el mapa cualquier novedad que hayas descubierto.

   ―Sí, ama ―siseó con voz aguda el escuálido demonio, quien guardó bajo el manto el estuche y el mapa. Fue a la ventana, trepó al alféizar, y con las alas desplegadas voló hacia la noche de la tundra.

   Elven se mordió la uña del pulgar. No podía dejar de pensar en Deil, Valken y la pequeña bruja que los acompañaba. Debía asegurarse de que no se acercaran a su Tom. Parte de eso lo había previsto removiendo la tierra de los campos y enterrando relojes de arena con sus respectivas armas con runas: ante una emergencia, invocaría a los espíritus ligados con la sangre de los relojes, que responderían a sus órdenes, o a las de Thomas Lynx.

   ¿Y el templo de la Hermandad, descubierto recientemente por los Ingenieros de Ribinska? De eso no debía preocuparse mucho, porque el gobernador Tanasov y sus Guardianes habían sido comprados, igual que sucedió con las otras ciudades. La osadía de Tanasov por enviar a aquel grupo de Ingenieros la pagó el joven al convertirse en víctima de la Plaga Roja.

   "Y también víctima de Exan Deil", se dijo Elven.

   Porque... ¿Quién podría haber acabado con su existencia de manera definitiva, sino aquel maldito Cazador?

   Pero ella aún mantenía el control en el sur de Berisia. Y nadie pondría un pie en el templo de la Hermandad, en su templo y biblioteca: el sello arcano que ella misma inscribió en la entrada fulminaría con una maldición al primero que osara entrar.

   ―Debería consultar otro de los grimorios de esa biblioteca ―dijo, ordenando las redomas de un anaquel―. Podría traerme un recetario de pociones fortificantes. Eso haré: prepararé una para Tom.

   Si pensaba salir de la seguridad de Íbisklev, debía ir preparada: el balazo que Exan Deil había acertado en su hombro, aquella maldita noche en el cementerio de Valday, terminó por dejarle una cicatriz espantosa. Quizás encontraría algo interesante en la armería de Thomas.

 Quizás encontraría algo interesante en la armería de Thomas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora