Capítulo 64

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   Bajo el cielo encapotado del anochecer, Botis detuvo su caballo a unos setecientos metros del portal oriental de Nyet

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   Bajo el cielo encapotado del anochecer, Botis detuvo su caballo a unos setecientos metros del portal oriental de Nyet. Sus hermanos ya debían de estar apostados ante sus respectivos portales. Cerró los ojos y dirigió su energía para percibir a sus hermanos: como entre nieblas, vio la silueta de Buer frente a la puerta del norte, y a la de Gusoin en la del oeste. Los tres actuarían a la vez.

   Abrió los ojos y observó la formación de los seis mil Jinetes Infernales de su legión. Se alineaban en veinte columnas, y tenían la vista puesta sobre la muralla oriental de la ciudad. Las defensas de Nyet consistían en cañones instalados en troneras a lo largo del adarve, y saeteras desde las que vigilaban los francotiradores.

   Se colocó a la derecha de la primera columna, y desenvainó a Kléver. Cuando la hoja de jaspe negro relumbró, él sintió la fuerza invisible, aquel lazo que lo conectaba con sus hermanos y con Exan Deil. Desde aquel momento, la voluntad del cazador de almas se cumpliría a través de ellos tres.

   ―¡Primera fila! ―ordenó.

   Vio que los jinetes de la primera fila sacaban del estuche junto al arzón trasero las bombas de luz: una vara de hierro con una larga cadena unida a una esfera enrejada, similares a esa masa temible usada en los tiempos del Reino Extinto, la morgenstern. Hicieron girar a rodeabrazo y por sobre sus cabezas aquellas esferas de hierro, y las chispas de luz escaparon del interior durante la mortífera secuencia circular.

   ―¡Avancen!

   Los jinetes se movieron como un solo hombre: girando cada uno su esfera de hierro, con el brazo libre descolgaron el escudo que llevaban a la espalda y lo sujetaron protegiéndose el flanco izquierdo.

   Con un trote suave al principio, luego al galope, los guerreros seguían esgrimiendo la cadena giratoria sobre sus cabezas. Los primeros disparos de rifle los alcanzaron: tímidas centellas que se desvanecían en humo rozaban apenas las placas de la armadura de jinetes y caballos.

   Botis avanzó hasta colocarse en medio de la segunda fila, y dio la tercera orden:

   ―¡Segunda fila, conmigo! ―Los jinetes avanzaron junto a los flancos de su caballo―. ¡Primera fila, fuego!

   Los guerreros que galopaban a un centenar de pasos delante de él accionaron el mecanismo de la vara de hierro y liberaron las esferas con la cadena, ahora convertidas en chispeantes bolas de fuego blanco. Las esferas se elevaron, superaron el muro y desaparecieron al otro lado, y la tierra se sacudió con el estruendo de las explosiones. Columnas de humo escaparon al cielo gris, del que ahora caía una fina lluvia mezclada con nieve.

   Esta vez dispararon los cañones. Los jinetes de la primera fila se dividieron, y cada grupo viró hacia un lado. Cuando su fila tomó posición, Botis alzó el escudo para detener las balas, y cabalgó esquivando la amenaza de los cañones. Trozos de tierra y nieve saltaban aquí y allá entre las rápidas monturas. Los corceles infernales intuían a la perfección dónde caería la siguiente bala de cañón.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora