Capítulo 14

170 53 88
                                    

   Alan Valken aprovechó la oscuridad de las calles de Moskiul para ir armado al Cuartel Policial Norte, el punto de encuentro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Alan Valken aprovechó la oscuridad de las calles de Moskiul para ir armado al Cuartel Policial Norte, el punto de encuentro. Vestía el uniforme negro y gris de Buscador, y colgaba del cinto su espada de hoja fina, resguardada en vaina de plata. En aquella ciudad y en las tinieblas, nadie reconocería al asesor Álex Morgan de Valday. Consciente de los peligros nocturnos, escogió el camino más corto y en el que podría presentar una mejor defensa.

   "Lástima que no cuento con la bruma de mi ciudad ―pensó―. Mi aliada nocturna para este tipo de ocasiones".

   Con cada paso, los caminos empedrados dejaban nubecitas de polvo arenoso. Las viviendas dormían tras las cortinas echadas: ni movimiento en el exterior ni murmullos salían de los hogares.

   El único rincón animado que encontró fue la casilla de vigilancia en la esquina de una cuadra mal iluminada. Un gran farol iluminaba la garita adosada al muro exterior del cuartel. Según la contraseña acordada, Alan golpeó intermitentemente en la puerta de la casilla.

   Después de que escuchó un tropezón y un par de insultos dichos en voz baja, vio la gruesa nariz de Tádef Dómac asomándose por la puerta. El Defensor de Exan Deil llevaba el raído sombrero de ala ancha, que contrastó con la impoluta dentadura, radiante al sonreír:

   ―¡Valken! ¿Cómo está? Pase, pase. Le pido disculpas por el espacio reducido, fue lo mejor que encontré. El agente de guardia al que estoy reemplazando se dejó seducir por el poder del dinero más rápido de lo que esperaba.

   Alan entró en la garita y trabó la puerta. Echó un vistazo al interior. La única fuente de luz provenía del farol de afuera y entraba por el enrejado de un ventanuco, ahora medio bloqueado con una tabla. Con una mesa y un par de sillas, allí solo cabían dos o tres personas.

   Tádef Dómac prendió una lámpara con polvo de luz y la puso sobre la mesa. Se volvió hacia Alan, y al dejar a un lado el sombrero descubrió la mata de pelo enmarañado color café.

   Él se sentó frente al Defensor y sonrió.

   ―No has cambiado en nada, Dómac ―dijo.

   ―¡Joven Valken! Usted se parece cada día más a Deil, si no se ofende. La última vez que nos encontramos no era tan reservado como ahora, según lo que llega a mis oídos. ¿Cómo ha estado en todo este tiempo?

   ―Como de costumbre, desarmando los problemas que me encuentra Exan para no aburrirme. Debemos acordar una reunión de trabajo con nuestro Cazador. Los dos sabemos la situación que atraviesan las principales ciudades de la región. Tú lo debes saber mejor, por pertenecer a Investigaciones. Es necesario que los tres pongamos nuestras cartas sobre la mesa.

   Tádef asintió con aparente melancolía:

   ―La taberna de siempre, ahí nos veremos. Yo también tengo un par de cosillas que contarles a ustedes dos. Lo que no entiendo es por qué ha venido en persona, Valken. Acaso los espejos...

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora