Capítulo 54

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   Le había costado despertarse al día siguiente: después de practicar media tarde empuñando y disparando pistolas y rifles, las manos le hormigueaban

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   Le había costado despertarse al día siguiente: después de practicar media tarde empuñando y disparando pistolas y rifles, las manos le hormigueaban. Al menos se había divertido acertando a la mitad de las dianas en el valle. Y sus primeros avances a lomos de Terpeniye, su nueva montura, resultó una buena distracción después de tanto olor a pólvora y a Déleo impactando contra árboles y sacos de cuero. De todas maneras, debía reconocer que la práctica de tiro le había resultado más fácil que las clases de equitación con Valken.

   Cuando Ery bajó al salón principal, el interior del castillo cobraba vida. Nymer iniciaba su rutinario ir y venir entre la sala de reuniones y la chimenea, frente a la que hojeaba documentos; de tanto en tanto iba apartando algunos, que arrojaba a los leños en llamas.

   ―¿Quieres asfixiarnos, amigo? ―dijo Devnus saliendo de la cocina―. Mi desayuno sabe a humo.

   Arixia llegó desde un corredor, cargando una caja desbordante de cristales de variadas formas y colores. Dejó la caja en el piso y fue colocando los cristales alrededor del hogar crepitante. La humareda terminó absorbida por las piedras.

   ―Qué haríamos sin Arixia ―dijo el Guardián―. Buenos días, Ery. ¿Descansaste? No creas que no me han despertado los disparos de anoche.

   ―Lo siento, Devnus. La verdad es que Exan insistió en que practicara tiro durante la noche, sin más luz que la de la luna o las estrellas. Todo se me facilitaría si contara con las antiparras que usan ustedes.

   La tarde anterior, ella le había preguntado a Kerni para qué usaban las antiparras que acostumbraba a verles sobre la gorra.

   ―Antiparras de visión nocturna ―le había dicho él―. Pero tú no las necesitarás, si es verdad que eres una nóckut.

   Exan le había explicado que cada nóckut desarrollaba una percepción diferente, algunos incluso llegando a conectar con el entorno en la más absoluta oscuridad. Voryanda Rynfer había sido uno de esos casos. ¿Podría ella igualarla?

   ―Hummm... ¿Qué te ha dejado tan pensativa, Ery Nebresko? ―decía ahora Devnus, con esa mueca que le resaltaba la cicatriz.

   ―Quizá descubrí un nuevo pasatiempo que me entusiasma. ―Con el pulgar y el índice, Ery hizo el gesto de apuntar y disparar―. Después de todo, tengo sangre nóckut.

   ―Vaya, vaya, Ery. Tal vez un día te rete a competir para cazar palomas mecánicas. Solía hacerlo con Exan, hasta que me confesó que se aburría. Digamos que hay una gran diferencia entre quebrar hélices y hacer estallar vísceras reales.

   ―Qué comentario tan oportuno, Devnus ―dijo Kerni saliendo de la cocina―. Ery aún no desayunó. ―Y agregó, confidente―: Equis me dijo que te horneó tu pastel favorito antes de irse.

   Ery no esperó más y corrió a la cocina. Kerni no se equivocaba: el pastel de zanahoria era el que mejor preparaba Equis, con aquella cubierta de azúcar tan tentadora. Necesitaba mimarse un poco antes de encarar su nueva semana de entrenamiento bajo la tutoría de Exan y Alan.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora