Capítulo 63

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   Elven se desprendió de la coraza y la arrojó contra las baldosas de la armería

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   Elven se desprendió de la coraza y la arrojó contra las baldosas de la armería.

   ―¡Por qué! ―increpó a las tinieblas del salón. Las llamas de las velas temblaron en los candelabros, y los quinqués perdieron luminosidad―. ¡Por qué no pude atravesar el círculo!

   Se deshizo del vestido y observó las cicatrices que aún no habían sanado del todo. Las primeras balas que recibió de Valken le dejaron unas horrendas perforaciones en los muslos, y un par abollaron el peto, que luego atravesó aquella espada, el colmillo del cachorro fiel de Exan Deil.

   Pero su verdadera preocupación era otra. En primer lugar: cómo había conseguido aquel Guardián la mortal munición que ella había ayudado a crear para Tom y su plan de borrar Cazadores y Guardianes. Los cartuchos Crucis-Scútum debían ser un secreto hasta que ella invocara a sus servidores del Averno vinculados con los relojes de arena.

   Elven se tocó la frente y gruñó. El Guardián había alcanzado a dispararle con un Crucis antes de que ella lo desarmara y lo atacase. Ahora debería usar una diadema para esconder el recuerdo de aquel Guardián.

   Su segunda preocupación era el creciente desgaste que experimentó durante el combate en el templo subterráneo, y sabía que la causa tenía un nombre, como así también tenía un nombre el flamante objeto de su odio: Ery, tal como la había llamado el obsecuente de Valken a aquella niñita consentida. Esa Ery había permanecido en medio del círculo, protegida por el poder del templo. Ni siquiera con sus propias desmaterializaciones Elven había conseguido atravesar el círculo para aparecérsele a la chica y probar su sangre virgen.

   ―Contrólate, vampira ―se dijo en voz alta y alzando las palmas hacia el techo.

   Buscó la energía de las luces y los brillos que la rodeaban, tal como logró robar en el templo el resplandor de las piedras de luz. Las velas volvieron a temblar, y los brillos de las espadas, de las alabar das, de las hachas y martillo de guerra, y de las guadañas de guerra exhibidas en las panoplias de las paredes se opacaron.

   Elven recuperó algo de su vitalidad, pero no era suficiente.

   ―No hay duda de que en esa barragana de apariencia tan frágil duerme un poder oculto.

   Y ella era cada vez más consciente de que necesitaba una aprendiza: una Hechicera digna de secundarla para perpetuar su poder. Únicamente lo conseguiría si lograba penetrar en su alma y volcar allí los poderes de la Noche.

   Sonrió al imaginar los gritos, el ataque de cólera de aquel ser imperturbable que era Exan Deil. ¿Qué no diría el Cazador al enterarse de que su nueva protegida había caído bajo el influjo de su némesis, y para colmo por propia voluntad?

   ―Victoria completa ―concluyó, haciendo con las manos el gesto inconsciente de estrangular a alguien.

   Se revisó el lado derecho de su cuerpo desnudo, y descubrió un par de costillas con fractura expuesta. A diferencia de los cortes en las piernas y en los brazos, la herida del disparo de Ery tardaba más en sanar. No había duda de que el círculo de la Noche incrementaba los poderes de su futura adepta.

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora