Capítulo 35

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   Todo estaba hecho

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   Todo estaba hecho.

   Melquíades Derkin se dejó caer en su sillón. Cerró los ojos y disfrutó del silencio y de la comodidad de su hogar. Ahora, solo restaba escribirle a Alestia para confirmarle que todo había salido según lo planeado.

   Después de manipular y devolver el talismán nóckut a su sitio, ayudándose con una tela inmunizada con sellos protectores, había cruzado el espejo-portal a la casa de Gobierno. Allí contaba con la complicidad de los jóvenes aspirantes que hacían de Guardianes, quienes le permitieron regresar a su casa sin que mediara espejo alguno.

   Lo único que restaba era confiar en el escolta de la rectora de la Escuela de Belas Siren. ¿Habría seguido su letal consejo de entregar el grimorio al Cazador? En la carta a Alestia no mencionaría nada de esto, pues la antigua maestra de Ery Nebresko desconocía el trato entre él y aquella pareja tan singular de Íbisklev, en el sur de Berisia. Quiso imaginar el Libro rojo de los no-muertos en manos de Exan Deil.

   Otro elemento que lo complacía: lejos de la nefasta influencia de Alestia Vorsch, y a pesar del contexto en que había vuelto a verla, era evidente que Ery no estaba en una mala posición bajo la tutoría de Arixia.

   Las antiparras, la túnica, el gorro frigio y los demás elementos que habían compuesto su disfraz ya estaban bien ocultos dentro de un arcón. Los eliminaría cuanto antes. Tomar el lugar de aquel desaparecido experto en explosivos ―más que desaparecido, muerto, por mejor precisarlo― había resultado. Pero poco faltó para que la tutora de Ery pusiera en peligro su falsa identidad.

   Ya libre del encargo de Alestia, Derkin eligió como lectura un nuevo tratado sobre conjuros contra demonios y vampiros. Y meditó sobre quiénes ganarían, si cada uno dispusiera de un ejército propio. Era muy posible que los vampiros triunfaran, merced a su astucia, sobre aquellas bestias del inframundo. Pero los demonios contaban con poderes superiores. Todo era un misterio.

   ¿Por qué Alestia no estaba interesada en apropiarse del talismán que pertenecía al clan Rynfer? Estaba claro que aquella Hechicera conocía los pormenores de la genealogía de cada clan nóckut ―tal vez había presenciado la llegada de los primeros nóckuts en la región―.

   A decir verdad, a él tampoco le atraía la idea de conservar un relicario de semejante poder. Pensaba que los conocimientos se controlaban de manera más segura en la forma de un grimorio. No por nada se había convertido en un erudito bibliófilo, fundador de la librería más antigua de la ciudad.

   Se preguntó cuándo empezarían a manifestarse en Ery los portentosos efectos de la sangre nóckut, y cómo los emplearía ella. Quizás Alestia había preparado a Ery sin que la chica ni siquiera lo sospechase. Y no debía ser casual que Ery terminara bajo la protección del Cazador Exan Deil.

   ―Que todo sea para bien, Alestia ―dijo en voz alta Melquíades. Dejó sobre el escritorio el tratado de conjuros que había apartado del anaquel, y agarró un papel y un sobre―. ¿Qué nueva misión me encomendarás?

Venganza y Despertar ||| Libro 1 de Sombras de CondenaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora