CAPÍTULO 45

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Por suerte para Cristina solo ha estado una semana en aislamiento, no le ha dado tiempo a salir de allí trastornada. Por desgracia para mí, no es la única que vuelve al módulo uno. Carlota está de vuelta por buena conducta y tras entender la dirección que la trifulca ocurrió por un robo y se zanjó con una venganza. Lo típico aquí, por lo visto.

Ahora tengo tres problemas que debo solventar: el enfado de Cristina, la venganza que seguramente Carlota quiera llevar contra mí, y Caterina. La portuguesa sigue sin aparecer y el móvil está quedándose sin batería. Todos los planes que se me van ocurriendo se vuelven contra mí tarde o temprano, empiezo a desesperarme.

Desde la litera veo a Cristina ingresar en la galería y venir directa a mi celda con los puños cerrados y resoplando de ira. Bajo de la cama y me preparo para enfrentarla, la conozco bien como para saber que me atacará físicamente.

Sin embargo, alguien se le adelanta, no la veo llegar y no reacciono a tiempo al empujón que me propina. Choco contra la mesa dándome justo en el costado donde hacía semanas que la costilla había dejado de dolerme, pero con este golpe siento una fuerte punzada. Me doblo llevándome los brazos al costado y Carlota me coge del pelo para estamparme la cara contra la mesa. Esta vez sí lo impido poniendo las manos sobre la mesa y dándole a continuación un codazo en su estómago.

Carlota me suelta y aprovecho para patearle una rodilla, uno de los puntos débiles del cuerpo. Ella pierde el equilibrio y clava la rodilla en el suelo, logrando así una perspectiva mejor para este improvisado combate. Ahora soy yo quien le coge del pelo para echarle atrás la cabeza y poner frente a su garganta un puño cerrado. Un golpe fuerte en esa zona podría causarle la muerte.

—¿Qué coño quieres? —inquiero respirando con dificultad por el dolor de la costilla lesionada.

—No tengo pruebas, de momento, pero sé que fuiste tú quien me robaste, no la Nena. Lo hiciste todo para quitarte a la Nena de encima y de paso mandarme a mí a otro módulo. Muy inteligente por tu parte, Taipán, pero ya estoy de vuelta. Cubre tus espaldas, serpiente, porque estás en peligro.

—¿Has terminado ya? Porque tengo que ir a enfermería a que me miren la costilla que acabas de joderme.

Carlota se remueve furiosa y la suelto al ver a un funcionario a punto de descubrirnos desde el otro lado de la galería. Cristina, junto a la entrada de la celda, observa la escena con ansias de que llegue su turno.

—Será mejor que te vayas antes de que te vea un funcionario haciendo jaleo y se arrepientan de haberte traído aquí otra vez.

—Has salido de Málaga para meterte en Malagón —me avisa incorporándose con esfuerzo—. Yo no soy la Nena, Taipán. Avisada quedas.

—Y yo no soy ninguna novata. Avisada quedas también.

Carlota me lanza una última mirada de desprecio y sale de mi celda, no sin antes golpear a propósito el hombro de Cristina al pasar por su lado. Pero la canija solo tiene ojos para mí. En cuanto nos quedamos a solas y advierto que ya no estamos en el campo de visión del funcionario, Cristina se lanza a por mí con un puño en alto.

Sin problemas, atajo su puño y le retuerzo el brazo, poniéndola de espaldas a mí. Ha sido muy fácil, ni siquiera tiene fuerza para resistirse.

—Otra —digo con cierto humor. Al final Bastián tenía razón al decir que el humor es una buena vía de escape, lo estoy descubriendo aquí—. Hoy es el día de pegar a Julia.

—Eso te pasa por ser tan hija de puta —replica ella, incapaz de soltarse de mi agarre y doliéndose del hombro donde estoy haciéndole la presión.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora