CAPÍTULO 12

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Apenas he podido dormir esta noche, los nervios no me lo han permitido. No tengo miedo de que sea mi primer robo a gran escala, ni temo que nos puedan pillar porque lo peor que podría pasarme es que me metieran en un reformatorio. Lo que siento es una indescriptible sensación de que voy a hacer algo grande, algo que he imaginado muchas veces cuando hacía robos menores a los niños en el colegio, o cuando mandaba a otros robar. En esta ocasión no estoy al mando y quizás eso me tiene más tensa, es otro el que ha ideado el plan y dependiendo de su capacidad para elaborarlos saldrá mejor o peor. Pero creo que el plan de Francesco es perfecto, no encuentro fallos en él por más vueltas que le de.

 —¡Ay!

Un objeto choca contra mi estómago y luego cae en el suelo con un sonoro golpe. Iba tan ensimismada que no me he dado cuenta de que del ascensor salía la chica que vi el miércoles en recepción. Ella suelta un grito y se agacha en seguida para ver en qué estado ha quedado su ipad, sin importarle el daño que haya podido hacerme a mí.

 —¡Idiota, mira por dónde vas! —me recrimina de malas formas.

 —¡Eh, más respeto!

Mierda el acento portugués.

 —¡Caralho! —añado al momento.

Caterina, que caminaba delante de mí y ya había entrado en el ascensor, se pone en medio para evitar que las puertas se cierren.

 —¡Como se haya roto me lo pagas! —vuelve a gritar la chica que no tiene a sus padres delante para enseñarle cómo debe hablarle a las personas, aunque ya tiene edad suficiente para saberlo.

 —Do que? Repita, eu não falo espanhol —le digo haciéndome la despistada.

Caterina se lleva una mano a la boca para que la chica no la vea reír. La joven de pelo largo y rubio me contempla confundida y entrecerrando los ojos. Sostiene el ipad entre sus manos y sin mirar da al botón de encendido para comprobar que aún funciona. Por suerte la pantalla está intacta.

 —Me ha parecido que antes has hablado español —dice la chica con desconfianza.

 —Eu só falo um pouco.

La chica sigue observándome sin darme mucha credibilidad y prefiero desviar su atención al ver el aparato encenderse. Lo señalo y simulo un gesto de sorpresa.

 —¡Oh, funciona!

Sus azules ojos se van directamente a la pantalla de su ipad y sonríe aliviada. Aprovechando su distracción, entro en el ascensor y Caterina pulsa el botón de la planta baja para ir al restaurante a desayunar. Antes de que las puertas se cierren, la chica se vuelve y me mira fijamente con el ceño fruncido. Tanta mirada inquisitiva me pone nerviosa, ¿me habrá reconocido como la anciana del primer día?

La puerta se cierra por fin y Caterina deja escapar la risa contenida, pero a mí no me hace ni puta gracia, seguro que mi cara le suena, sino de qué me iba a mirar tanto y de esa forma.

 —Será estúpida —me quejo enfadada.

 —Ha sido una tontería —dice la portuguesa restándole importancia—, esa chica ni siquiera te vio, não levantaba a cabeça del ipad.

 —Pues que aprenda a mirar, y a pedir disculpas también, que ya es mayorcita.

 —As vezes voce fala como una pessoa maior —ríe otra vez Caterina, y de nuevo no le veo la gracia—. Não te enfades anda, e céntrate en lo de esta noite, va a ser tu primer golpe.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora