CAPÍTULO 63

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Dejo una rosa blanca sobre la piedra del nicho y me retiro un poco para leer el nombre de María, mi prima. Es la primera vez que vengo a ver su tumba. Laura y Caterina han querido acompañarme mientras las demás se han quedado en la base de Aqrab. Se llevan bien, tal y como lo suponía. La alegría de Laura y la bondad de Caterina las convierte en el tándem perfecto.

Abril ha llegado. Las autoridades están consternadas porque, por segunda vez, una presa de alto nivel de peligrosidad se ha escapado de la cárcel. Me están buscando hasta debajo de las piedras, por eso he tenido que colarme en el cementerio de noche y alumbrar con una linterna su lápida, no es conveniente salir aún, pero lo necesitaba.

—Aquí es donde acabas —reflexiono en voz alta—, en un aburrido cementerio, con una mierda de lápida con tu nombrecito, tu fecha de nacimiento y muerte, como si a alguien le importara, y el típico mensajito para quedar bien de: "tu familia y amigos no te olvidan..." Agg, me repugna. Toda la vida labrándote un porvenir para esto. Juradme que no me meteréis aquí cuando muera.

—¿Y dónde quieres que te enterremos? —pregunta Caterina.

—En la naturaleza, un bosque mismo —contesto imaginando cómo sería—. Quiero que mis cenizas se entierren en la naturaleza y luego plantar un árbol. Volver a renacer de mis propias cenizas, como el ave fénix, pero con ramas y flores en vez de plumas y fuego. Volver al origen de la vida.

—Joder, qué filosófica eres, jefa —comenta Laura, a quien la idea de la muerte se le antoja aburrida, aunque yo creo que es más bien miedo.

Obvio su comentario y nos ponemos en camino hacia la casa que nos sirve como base o refugio para la banda. Ahora mismo es el mejor lugar donde podemos estar. En estos meses no he estado parada, ya tengo planeado cuál será nuestro primer trabajo tras tanto tiempo inactivas, pero debo esperar un poco más antes de arriesgarme.

Esto siempre es lo mismo, por muy en busca y captura que esté, cuando pasan unos meses aflojan la tensión, es imposible estar centrados durante tanto tiempo en una sola persona cuando siguen apareciendo ladrones y asesinos nuevos cada día. El tiempo y la paciencia son mis mejores aliados en momentos así.

—¿Cuándo te verás con ella? —se interesa Caterina cuando nos montamos en el coche.

Que haga esta pregunta respecto a Naira delante de Laura no me molesta, al final acabé hablándole de ella muy por encima, sin darle muchos detalles. Tampoco es que Caterina sepa gran cosa de ella, la sigo teniendo muy oculta. Desearía poder contestar a la pregunta con un "mañana mismo", pero la realidad es que no sé cuándo podremos vernos sin que sea un riesgo para ninguna de las dos. Por precaución, ni siquiera me he puesto en contacto con Naira, aunque sabrá por los medios de comunicación sobre mi fuga.

—No lo sé.

—Podrías escribirle si no ha cambiado de número, al menos sabrá que estás bien —me recomienda.

—Claro, ya han pasado cuatro meses de la fuga —concuerda Laura—. Ya podríamos hasta hacer algún trabajo, ¿no?

La impaciencia y ansia de Laura me recuerda indudablemente a mí cuando le pedía a Francesco un trabajo nuevo cuando acabábamos de terminar uno. Entonces yo no entendía, o no quería entender, el por qué se demoraba tanto entre un trabajo y otro, pero ahora que estoy en su posición he descubierto que no es tan fácil mantener un ritmo tan seguido como me gustaba entonces.

—Todo a su tiempo, niña. Pronto saldremos otra vez al escenario.





—Por fin.

—Sí, por fin.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora