Llevamos todo el día sin salir de la habitación, esperando tener noticias de Francesco que está a escasas dos habitaciones de la nuestra, pero ni él, ni Abdel ni Bastián aparecen. Por eso al llegar la hora de cenar decidimos bajar al restaurante por si les vemos allí. Por el camino nos encontramos a los señores mayores de esta mañana a los que saludamos cordialmente, la mujer me mira azorada, recordando lo ocurrido antes en el ascensor. Al bajar al restaurante veo que Abdel y Bastián ya están allí esperando que les sirvan su cena. Nos sentamos en una mesa cercana a la de ellos y hacemos como que no nos conocemos, como nos pidió Francesco que hiciéramos.
De momento el restaurante no está muy lleno, quitando a Abdel y Bastián, solo está la pareja de ancianos, una pareja de mediana edad cenando ya con unas velas en medio de la mesa dándole un ambiente romántico, y una familia con un chico que bien podría tener mi edad. Viste una sudadera gris y lleva una gorra. Vuelvo mi atención a Caterina y decidimos qué pedir mientras intercambiamos impresiones.
—¿Habrá spaguetti para cenar? —le pregunto a Caterina en clave.
Todos en la banda tienen un mote, y el de Francesco es ese.
—Isso espero —responde ella sin apartar la vista del menú—. Creio que pediré tallarines con pesto de espárragos e piñones. ¿E você?
—Pediré merluza a la plancha.
—¿Solo?
—Sabes que no como mucho, me aburre —digo dejando la carta de recetas a un lado.
Caterina ríe y llama a un camarero para que nos atienda. Ella ya me conoce lo suficiente para saber que soy de poco comer. Hago solo cuatro comidas al día y poca cantidad, no suelo pasar hambre y odio cocinar, me aburre muchísimo y es tiempo perdido. Pero a la portuguesa le encanta cocinar, y sobre todo recetas saludables, me ha enseñado mucho al respecto y no he tenido problema en cambiar un poco mi alimentación y no abusar tanto de la carne.
Justo cuando el camarero está tomando nota de lo que Caterina quiere para cenar, veo a Francesco entrar al restaurante. Trato de mantener la calma y hacer como si no le conociera de nada, pero reconozco que me he puesto nerviosa. Tanto que Caterina tiene que llamar mi atención porque el camarero estaba esperando para tomarme apunte. Mientras le digo el menú que voy a querer, observo como la portuguesa busca con disimulo a Francesco. Una vez que lo localiza, coge una bocanada de aire para calmar también sus nervios.
Francesco mira las mesas libres y decide sentarse justo la que está entre medias de la Abdel y Bastián y la de nosotras. Para llegar pasa por el lado de los chicos y decide pararse para pedirles la hora, desde nuestro sitio escucho como dice que perdió ayer su reloj, el que supuestamente le han robado. Es Bastián el que responde; las diez de la noche.
—Buena hora. Molto buena hora —responde nuestro jefe dibujando su media sonrisa misteriosa—. Grazzie, ragazzi, que disfruten de la cena.
Francesco toma finalmente asiento en la mesa y mira a su alrededor simulando curiosidad. Ajusta el pequeño centro de flores, toquetea los cubiertos y la servilleta y finalmente fija su atención en nosotras.
—Buonasera, señoritas —nos saluda—. Hace una bella notte, ¿verdad?
—Sim, senhor. Muito bonita —contesta Caterina con fingida cordialidad.
—Dicen que la de mattina será più bella, hay luna llena. A eso de las dieci se la podrá ver en todo su esplendor.
—Saldremos a verla entonces —asegura ella.
Nos miramos y asentimos. Mañana a las diez nos reuniremos en su habitación, según dijo cuando hizo la reserva, es la que tiene mejores vistas de la ciudad. Seguro que desde su terraza tendremos una muy buena vista de la luna llena.
Francesco despliega sobre la pequeña mesa un plano del hotel donde ha marcado el pasillo donde se encuentran nuestras habitaciones y el pasillo donde se producirá el robo, el de la planta cuatro. Tal y como nos indicó ayer Francesco, nos hemos reunido en su habitación para escuchar el plan que ha ideado para este trabajo. Primero nos explica que el recepcionista del hotel es amigo suyo y está también metido en la misión, se llevará un pequeño porcentaje de su propia parte para no buscar problemas entre nosotros. Me impresiona que sea capaz de renunciar a un poco de su parte por no enturbiar la cordialidad de sus compañeros.
En el plano ha marcado también dónde se encuentra la sala de vigilancia, lugar al que entrará Caterina para hacer su trabajo desactivando las grabaciones. Para esto, Francesco distraerá al guardia del turno de noche para que ella se cuele dentro y desactive las grabaciones de manera que el guarda no se de cuenta de que no están grabando. La gracia es que si nos ve entrar o salir de las habitaciones, no tendrá pruebas visibles del delito, solo su testimonio.
Para mayor seguridad, la portuguesa manipulará los cables de electricidad para dejar el pasillo de la cuarta planta sin luz, de esta forma va a ser difícil que el guarda pueda identificarnos. Según la hipótesis de Francesco, el guarda al ver el pasillo sin luz irá a revisar la caja de contadores para comprobar qué ocurre con los cables. Si el guarda es un manitas con los cables, tendremos unos diez minutos para entrar en las habitaciones con el pasillo a oscuras, si de lo contrario no logra arreglar el problema tendrá que llamar a un electricista que esté de guardia en ese momento, lo que nos da más cancha de tiempo para hacer y deshacer.
Aquí es donde Abdel y yo entramos en acción; abriremos las puertas de las siete habitaciones donde entraremos a robar, seleccionadas previamente por Francesco con la ayuda del recepcionista, que se encargó de poner en este pasillo a personas adineradas. En teoría, para esa hora, estarán los huéspedes en el restaurante cenando, pero por si acaso tendremos que ser sigilosos, aunque sin perder rapidez, en abrir las puertas.
Una vez dentro debemos ser rápidos llevándonos todo lo de valor que veamos: joyas, relojes, dinero, móviles de última generación, etcétera, pero también cuidadosos y no dejar huellas. Para eso llevaremos guantes y Caterina y yo nos recogeremos el pelo. Para las diez y media debemos estar todos en la habitación de Francesco a quien le dejaremos lo recaudado. Sobre las once, con suerte, llegará un electricista para arreglar el problema, el guarda de turno no habrá podido vernos ni entrar ni salir, y no será hasta las once y media o doce cuando los clientes vean que les faltan objetos de valor o dinero en sus habitaciones, incluso puede que no se den cuenta hasta el día siguiente.
Nosotros, mientras tanto, esperaremos pacientemente en nuestras habitaciones a la llegada de Bertrán y Salazar, que vendrán un poco antes del amanecer con la furgoneta para marcharnos a casa. Para evitar que las cámaras de vigilancia de la entrada del hotel puedan captarnos, saldremos por la entrada del servicio que da a un callejón en la parte trasera del hotel. Todo tiene que salir perfecto, el plan no puede estar mejor elaborado.
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La Ajedrecista
General FictionJulia es una joven de buena familia, con un padre adinerado que le da la mejor educación a nivel académico. Sin embargo, la educación emocional brilla por su ausencia. En base a esto, la personalidad de Julia se va formando con una clara tendencia a...