CAPÍTULO 57

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Ha pasado otro mes, el primer mes de Laura en una cárcel, y al contrario que yo, lo está llevando mucho mejor. Gracias a su positivismo y descaro ya se ha metido a varias presas en el bolsillo e incluso a algunos funcionarios. No le gusta estar aquí encerrada, pero lo lleva con motivación, toda la que me falta a mí. Aunque reconozco que su presencia me está haciendo afrontar cada día aquí con mejor ánimo y los días no pasan tan lentos como antes. Hay días en los que tengo más asumido que otros que me espera aquí una larga temporada, mucho más larga que la primera vez, pero Laura mira el lado positivo, estaremos más tiempo juntas.

Esta alocada chica sigue pegándose a mí desde por la mañana hasta por la noche, no me deja sola un minuto y no calla nunca. Encima se la pasa fardando de ser la presa más joven de la cárcel, aunque le recuerdo que yo también lo fui en su día. El caso es que, estar en el módulo de presas peligrosas, o lo que es lo mismo, de las que tiene para largo aquí dentro, no le provoca ningún miedo, al revés.

—Anne Bonny fue una pirata irlandesa que emigró con sus padres al nuevo mundo —empiezo a contarle, recordando a esta famosa pirata—. Ya desde pequeña era problemática, se marchó de casa, se casó con un tipo que viajaba mucho y de mientras le ponía los cuernos con otros. Se enamoró de un pirata llamado Jack Rackham al que llamaban "Calicó". Se inspiraron en este tipo para hacer a Jack Sparrow, por cierto —añado provocando en ella un gesto de sorpresa—. Con él se echó a la mar y en una de sus aventuras conoció a Mary Read, una pirata que se vestía de hombre. Se hicieron íntimas amigas, incluso hay quien piensa que formaron un trío amoroso con Jack...

—Eso hubiera sido muy épico —apuntilla Laura con gracia mientras se enciende un cigarro.

El patio se ha convertido en nuestro lugar favorito para mantener conversaciones, a veces interesantes, y mayoritariamente banales. Me he acostumbrado rápido a su presencia, a su forma de ser, a su espontaneidad, incluso a sus chistes, aunque más de una vez tengo que corregirla.

—Hasta que fueron capturadas y mandadas a ejecución —continúo—. Mary Read murió en la cárcel a causa de unas fiebres, mientras que Anne Bonny desapareció, la historia le pierde la pista. Solo tenía 18 años. Con apenas esa edad ya vivió cosas que tú a tu edad aún no has vivido.

—¿Y tú? ¿Las has vivido tú? Todavía no me has dicho ni cuánto te ha caído ni por cuántos delitos estás aquí.

—No es algo de lo que ir alardeando —desestimo.

—No se trata de alardear —repone ella adoptando una seriedad que pocas veces le veo—. Pensaba que éramos amigas, me lo puedes contar.

—No soy de tener muchas amigas, más bien socias o aliadas.

—Bueno, pues seré tu socia, tu omare.

—¿Mi qué?

—Tu comadre, quilla.

Su arte andaluz me hace reír inevitablemente y me recuerda a Carmen, la chica granadina con la que estuve un año.

—¿Sabes qué? Una vez tuve una... "novia" —comento haciendo las comillas con los dedos— de Granada. O Graná, como decía ella.

—No me extraña, si es que las andaluzas somos las mejores amantes que puedas tener.

—Pues no duramos mucho —le informo para picarla.

—Eso es porque eres muy sosa, jefa.

—Sí, encima es culpa mía...

Aro, cohone —insiste exagerando su acento para hacerme reír otra vez.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora