CAPÍTULO 64

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—Vamos a robar un banco —les anuncio a las chicas que me miran sorprendidas desde la mesa de nuestra casa/guarida/base central de Aqrab.

Laura alza las cejas. Caterina abre la boca. Astrid y Cristina se miran sonrientes. Olaya solo asiente esperando saber más. Y Daniela silba conforme. Tras meses paradas y planeando nuestro regreso, qué mejor que robar un banco para volver por todo lo alto.

—Para eso vamos a necesitar armas —añado.

Y aquí viene la primera parte del plan.

—Podemos comprarlas en el mercado negro —dice Caterina—, conozco un viejo socio de Francesco que podría ayudarnos.

—No vamos a comprar armas de contrabando —le contradigo—, vamos a robarlas, al fin y al cabo es a lo que nos dedicamos.

—Qué huevos tienes —comenta Laura.

—Ovarios —le corrijo como de costumbre.

—Me has entendido.

—Es micromachismo.

—Eres como los palpati, una tocacojones —replica Daniela, quien no demuestra tener muchas nociones de feminismo.

—¿Los palpati? —pregunta Laura curiosa.

—Los que se encargaban de asegurarse de que los papas eran hombres —le explico.

—¿En serio existía eso? —cuestiona mirándome.

—Sí, después de que se extendiera el rumor de que Benedicto III era en realidad una mujer, la papisa Juana —le explico bajo la atenta mirada de Daniela que asiente conforme con mi versión.

—Joder, qué puta ama —exclama la niña soltando una carcajada.

—No pensaba que tu nivel de cultura pudiera llegar a esos extremos —le digo a Daniela—, me sorprendes, corbatas.

—¿Cuándo vas a dejar de llamarme corbatas?

—Cuando dejes de amenazar con hacer corbatas colombianas a todo el mundo —contesta Laura.

—Vale, y después de esta clase de historia, ¿podemos seguir con lo que estábamos? —nos interrumpe Olaya cansada de estar siempre escuchándonos discutir.

—Podríamos usar máscaras como en La Casa de Papel —propone Cristina.

—Mientras no usemos pasamontañas... los odio —opina Laura.

—No vamos a usar ni máscaras ni pasamontañas, así que dejad ya las tonterías —resuelvo perdiendo la paciencia.

—¿Quieres que nos vean our faces? —exclama Astrid.

—No nos van a ver nada, Lady tea —respondo mirando a Caterina.

Ella me entiende en seguida, no hace falta que le diga nada, sonríe y asiente.

—Yo me encargo de las cámaras —les informa con orgullo—, para eso estoy en el grupo, la tecnología no puede hacer nada contra mí.

—Todo muy bien —dice Daniela—, pero ¿dónde vamos a robarlas? ¿En alguna tienda?

—Eso es muy fácil, corbatas —desestimo su idea y me preparo para soltar lo que se me ha ocurrido, si vamos a volver, lo haremos bien—. Vamos a robárselas a la Guardia Civil.

Las reacciones de mis compañeras son más sorprendentes que antes. Se miran entre ellas y exclaman palabras impresionadas. Caterina se rasca la cabeza dubitativa. Daniela, por su parte, me confirma con un gesto que la idea le encanta. Laura se frota las manos imaginando cómo será todo. Olaya, al contrario que antes, se muestra un poco más preocupada, pero lo disimula.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora