CAPÍTULO 73

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—De la que nos hemos librado, eh, jefa —comenta Laura—. Imagina pasar la pandemia en la cárcel.

—¿Acaso estar metidas en casa no es como estar encerradas en la cárcel? —cuestiono.

—Sí, pero con más comodidades, no compares —interviene Olaya.

Ahí la galleguiña tiene razón, en casa al menos tenemos la libertad de hacer lo que queramos, aunque no podamos salir. En La Ejemplar no teníamos ningún tipo de información del exterior, nos tenían completamente incomunicadas, por lo que al salir nos encontramos con que en China se había formado una epidemia por un virus al que llamaron Covid19 o coronavirus.

Nada más fugarnos nos fuimos a la base de Aqrab y allí permanecimos ocultas todas juntas hasta que vimos que esa epidemia empezaba a convertirse en pandemia y llegaba a nuestro país. Nos lo tomábamos a broma, no creíamos que pudiéramos vernos igual o peor que el país asiático. ¿Confinarnos a nosotros? Imposible. Pero fue posible.

En el par de meses que estuve en la casa con las chicas no perdí el contacto con Naira, que ya ni se sorprendió al enterarse de mi fuga, sabía que esa idea me rondaba la cabeza desde que puse un pie en la cárcel, solo era cuestión de tiempo que ocurriera. Así que, en cuanto vimos que las cosas aquí se ponían feas y que en cualquier momento nos podían confinar, Naira no dudó en invitarme a su casa para pasar la pandemia juntas. La idea me encantaba, pero a la vez me daba miedo.

Es cierto que hubo un gran revuelo cuando saltó la noticia de nuestra fuga, o mi fuga, porque de Laura parece que se han olvidado, como si solo yo me hubiera fugado. Las chicas alucinaron al verme salir en televisión en esa entrevista que me hicieron, y el propio gobierno no puede creer que sea la tercera vez que me haya fugado. Pero en cuanto ha llegado el coronavirus, parece que se han olvidado un poco de nosotras, añadido también al hecho de que estamos inactivas por seguridad.

Así que acepté su ofrecimiento. Mandé a las chicas dividirse y no saltarse las normas, esta vez más que nunca debíamos ser chicas buenas. Caterina se llevó a su piso a Olaya y a Laura, mientras que Daniela, Astrid y Cristina se quedaron cuidando de la base. Hasta nuevo aviso no saldremos de nuestras casas y mucho menos trabajaremos. Y por una vez no me siento mal por este parón forzado, al contrario.

Ya llevamos mes y medio de confinamiento, conviviendo día a día con Naira, sin ese miedo a que puedan detenerme en cualquier momento, sin estar planeando ningún trabajo de riesgo, y sin temor a poner a Naira en peligro por ello. Por primera vez estoy viviendo como una persona normal, con una relación normal, sobreviviendo a esta situación mundial que se está llevando miles de vidas.

La relación entre Naira y yo se ha estrechado muchísimo, porque a pesar de llevar conociéndonos ya casi cuatro años, es ahora cuando estamos teniendo una continuidad. Antes nos veíamos a veces, podíamos pasarnos meses sin vernos, aunque no perdíamos el contacto, y llevar ahora mes y medio pasando cada día con ella me parece un bendito regalo.

Para venir a vivir con ella tuve que cambiar mi estilo una vez más, me teñí de rubio y me corté otra vez el pelo por encima de los hombros. Me veo rarísima con el pelo tan claro, siempre he llevado colores oscuros, pero cuanto más rara me vea yo, menos me reconocerá la gente. Aun así, no salgo de casa, todas las compras las hace Naira los días que podemos salir para ello, y al balcón solo salgo por las tardes para aplaudir a los sanitarios.

Tampoco he perdido el contacto con la banda, una vez a la semana nos conectamos por videollamada para vernos y hablar. Hablamos sobre todo de la situación del país, del mundo en general debido a la pandemia. Cada una está preocupada por su familia, sobre todo Caterina, Daniela y Astrid, cuyas familias están en otros países. En mi caso, no tengo esa preocupación, si acaso la de mi tía y su hija, pero no es algo que me deje sin dormir por las noches.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora