CAPÍTULO 15

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Hoy, 24 de junio, es mi cumpleaños, el primero que paso fuera de casa, sin mis padres, con una banda criminal organizada que me ha tratado mejor en estos siete meses que mi familia en 16 años. Mis compañeros me compraron una tarta de chocolate para que soplara las velas, y el deseo que pedí fue el de quedarme con ellos muchos años más. No acepto lo que Francesco me dijo hace unos meses de que algún día me marcharía de la banda, que echaría a volar. No quiero irme de aquí, no quiero dejar de estar con ellos.

Entro en mi habitación y en la cama veo el ordenador portátil que Francesco me ha regalado por mi cumpleaños. Ha sido un regalazo que no esperaba, en casa tenía uno y en parte lo echaba de menos para ver documentales o simplemente informarme de preguntas y dudas que atosigan mi mente prácticamente todos los días.

Caterina me regaló una chaqueta de cuero como una que tiene y de la que me enamoré nada más verla. Abdel me regaló un diccionario español-árabe para seguir avanzando en el idioma. Bastián simplemente me ofreció risas con sus chistes y Salazar me cantó el cumpleaños feliz al estilo flamenquito.

Me acerco hasta mi estantería, que se ha llenado de nuevos libros de Agatha Christie, Dan Brown y algunos más juveniles como Los juegos del hambre Harry Potter, todos regalos de Francesco. En los de Agatha debía descubrir al asesino, y en los de Dan Brown tratar de averiguar los acertijos que el protagonista se iba encontrando a lo largo de la historia. Mientras que el resto ha sido más una lectura de puro entretenimiento.

De detrás de la fila de libros saco la libreta donde he escrito tantos malos pensamientos desde los 14 años. Los chicos han decidido hacer una fogata por ser la noche de San Juan y vamos a quemar cosas viejas, y creo que esto es lo mejor que puedo tirar al fuego para cerrar de una vez ese pasado tan doloroso para mí.

Al salir de la habitación veo a Soledad caminando por su telaraña, esa pequeña sigue en mi habitación, esta vez nadie puede impedir que tenga una araña de mascota. Continúo alimentándola y limpio todo menos su hogar, el cuál cada vez es más grande y bonito.

Bajo al trote las escaleras, salgo fuera de la casa y me dirijo hasta la parte trasera donde han hecho la fogata. Allí ya están todos, incluso Bertrán que no es muy dado a estas reuniones. Todos han traído algo viejo que quemar o alguna nota con un deseo escrito. Caterina, por ejemplo, ha traído una vieja camiseta rota, prefiere quemarla antes que usarla de trapo. Abdel y Bertrán prefieren escribir una nota. Bastián va a quemar un viejo bloc de dibujos que usaba en su adolescencia, le encanta dibujar. Salazar decide quemar un action man que lleva acompañándole toda su vida y que fue su primer juguete con ocho años que su hermana mayor robó en una tienda. Y Francesco, el primero en iniciar este ritual, arroja al fuego un libro de poemas de Pablo Neruda que se veía muy desgastado y con las páginas amarillentas.

La última soy yo. En principio me cuesta lanzar el cuaderno, el desprenderme por completo de esas páginas llenas de odio y sufrimiento, y cuando lo hago no siento nada especial. Veo las páginas prenderse fuego, la cubierta arrugarse y consumirse. Antes de que se convierta en cenizas alcanzo a leer alguna palabra suelta, como rabia y muerte.

Francesco se agacha a coger varios palos secos que se han encargado de traer del bosquecillo para echarlo al fuego y avivarlo. Al hacerlo se queja de dolor de espalda y Bastián no pierde el tiempo en burlarse de esto.

 —Ya estás viejo, patron.

Francesco, con su buen humor de siempre, le ríe la gracia y le pone una mano en el hombro.

 —Più viejo es il mare e se sigue moviendo —le contesta sabiamente.

Salazar empieza entonces a contar divertidas anécdotas exagerando su acento para darle un toque de humor. Nos cuenta como una vez un primo suyo quería ir a Estados Unidos a ver a un amigo que se había ido allí a trabajar. Para llevarle un recuerdo de España no se le ocurrió nada mejor que una pata de jamón, y como en su ignorancia tampoco sabía si los cuchillos de allí serían buenos para cortar el jamón, decidió llevarse un cuchillo jamonero.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora