CAPÍTULO 71

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Enciendo el mechero, acerco el fuego al cigarro y dejo que prenda, que consuma la punta, y aspiro el humo al que me he enganchado. Le paso el mechero a Laura y hace lo propio. Miro por encima de mi hombro y me cercioro de que no hay nadie viéndonos, todos están a lo suyo, abarrotando la galería con sus voces.

Suelto el humo despacio, y a continuación, le hago una señal a Laura. Es el momento de abrir las puertas del infierno. Acerco el cigarrillo a la cama, que previamente he mojado con acetona, y dejo que empiece a quemar la sábana. Laura hace lo mismo con su cama y coge un bote de acetona.

¿Es una locura prenderle fuego a nuestra celda? Sí. ¿Lo estamos haciendo? También. Me quedo con el otro de los botes de acetona que traje del baño esta mañana y mando a Laura a continuar con su parte. Mientras tanto saco un bote de desodorante que también traje y lo lanzo contra una de las camas ardiendo. Salgo corriendo y en cuestión de segundos se oye una explosión.

Las presas se tiran muchas al suelo, otras salen corriendo con las manos sobre la cabeza, todas gritan. Los funcionarios que estaban haciendo la ronda también se asustan por la explosión y corren hacia la celda de donde está saliendo tanto humo. Las presas empiezan a correr hasta la salida de la galería, mientras uno de los funcionarios avisa para que traigan extintores.

De pronto, ocurre una segunda explosión venida de la segunda planta. Veo a Laura correr escaleras abajo y devolverme el mechero. Las presas que se encontraban en ese piso comienzan a bajar a trompicones, cayendo muchas por la estampida que la explosión ha formado. En dirección contraria a las presas, subo las escaleras y paso de largo la celda incendiada, alcanzo la segunda escalera y llego a la tercera planta. Entro en la primera celda vacía que encuentro y saco un tercer bote de desodorante.

Ya en el desayuno escuchamos a algunas presas quejarse de que les habían desaparecido sus desodorantes y varios botes de acetona. ¿A quién se le ocurre dejar un producto inflamable al alcance de presas tan peligrosas? Siguiendo el mismo procedimiento, comienzo mojando las camas y quemándolas con el mechero, para luego lanzar el bote de desodorante.

En esta ocasión no me da tiempo a salir del todo cuando la explosión me escupe fuera de la celda y tengo que agarrarme a la barandilla para no caer. La altura desde esta planta es mucho mayor de la que me encontré cuando Lorena estuvo a punto de tirarme desde el segundo piso, una caída aquí podría ser mortal.

Ante esta tercera explosión, las presas que todavía no habían bajado a la galería, salen en tropel arrastrándome con ellas. Con cuidado de no caerme por las escaleras a consecuencia de los empujones, llego a la galería y veo entrar a varios funcionarios con extintores. Me queda un último bote y es hora de usarlo. En mitad de la galería, con cientos de presas agolpadas a mi alrededor, me quito la chaqueta, la empapo con lo que queda de acetona y la quemo con el mechero. Después me alejo un poco y lanzo el bote, me agacho rápidamente cubriendo mi cabeza y se sucede la cuarta explosión.

Cuando alzo la cabeza veo a algunas presas en el suelo heridas por el impacto, otras rodando para apagar el fuego que les cubre alguna parte del cuerpo, y la mayoría saliendo en tropel fuera de la galería hacia la sala circular después de que los últimos funcionarios que entraran dejaran la puerta abierta en un despiste entendible por la situación.

Entre las presas consigo distinguir a Laura, silbo para llamar su atención y le lanzo el mechero para que termine de cumplir su misión. Chocando con las presas que salen, entran más funcionarios para apagar los fuegos encendidos en las celdas y en mitad de la galería, para ayudar a las presas heridas y para mandar al resto salir al patio. Espero que la niña tenga el tiempo suficiente para provocar otra explosión como la que he provocado en mitad de la galería.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora