CAPÍTULO 49

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Tal como auguré, la noticia del asesinato de mi abuela no tardó en saltar a los medios de comunicación y relacionarlo con el asesinato de mis padres y mi fuga de la cárcel hace un año. Han condenado los hechos como una cruel venganza de una joven psicópata y muy peligrosa que anda suelta por el país.

Yo llevo una semana sin dormir, pero no por las noticias sobre mi historial criminal un día sí y otro también, sino por aquello que me confesó mi abuela antes de morir. Por más que intento olvidarlo y creer que solo lo dijo para hacerme daño, no puedo evitar cuestionarme si todo ese amor que yo sentí de mi prima era real o no. ¿Por qué tendría que falsearlo? Podría haberse alejado de mí como hicieron el resto de mi familia por parte de madre. Sin embargo, mi tía y prima paterna me trataban como mis padres no lo hacían. ¿Por qué tendría que ser mentira?

Y como hasta que no me quite esta incertidumbre no podré volver a dormir en paz, he decido hablar con la única persona que puede decirme la verdad, mi tía Mamen. He tenido que recurrir a la ayuda de Caterina, y su facilidad para encontrar a personas usando la red digital, para saber dónde buscar a mi tía.

Llamo al timbre de su casa y veo mi mano temblar. Estoy muy nerviosa, no sé lo que voy a encontrarme. No sé si me reconocerá después de tantos años, ya que mi padre cortó la relación con su hermana años después de que mi prima muriera. Tampoco sé si tendrá miedo de mí cuando me reconozca como la asesina que soy. Como tampoco sé si llamará a la policía para que vengan a detenerme. No quisiera hacerle daño, no vengo con esa intención, pero no dudaré en usar la fuerza si intenta denunciarme.

Al otro lado escucho unos pasos, luego una llave introducirse en la cerradura, pero a quien veo es a una joven adolescente. Tardo unos segundos en procesar quién demonios es esta chica de piel negra y pelo afro, hasta que recuerdo por qué mi padre no quiso saber más de su hermana: adoptó a esta chica para llenar el inmenso vacío y aliviar el dolor que la pérdida de su hija le había dejado.

—¿Quién eres? —me pregunta, por suerte, sin reconocerme.

Los adolescentes no suelen ver mucho las noticias, y deberían, nunca saben cuán peligroso puede ser un desconocido llamando a la puerta de su casa, como es mi caso. O quizás no me reconozca por mi nuevo cambio de imagen. En cuanto llegué a Galicia le pedí a Caterina que me rapara todo el pelo, estaba harta de tantas mechas de colores. Ya me está empezando a crecer, pero todavía estoy bastante pelada.

—¿Está Mamen?

—Yo he preguntado primero —rebate la chica con desconfianza, empezando a cerrar un poco la puerta.

—Tú no me conoces, pero tu madre a mí sí. Necesito verla, es importante.

—Lucía, ¿quién es?

Su voz no la he olvidado. Se escucha lejana, en el interior de la casa, pero sé que es ella.

—Por favor...

—Nadie, mamá. Una desconocida —le informa su hija terminando por cerrar la puerta.

Por inercia, meto el pie entre la puerta para evitar que cierre. La joven se asusta y me mira con miedo.

—Voy a llamar a la policía como no te vayas —me amenaza con la voz temblorosa.

—Hija, ¿qué...?

Mamen no termina la pregunta. En cuanto me ve por el resquicio de la puerta deja caer el trapo de cocina con el que se estaba secando las manos. Me ha reconocido en seguida. Su hija la mira preocupada, se agacha a coger el trapo y le pregunta si se encuentra bien.

—Sara —consigue decir, pálida y casi sin abrir la boca.

Asiento y noto mi estómago encogerse. Malditos nervios. Mamen le pide a su hija que abra la puerta y me deje pasar. Ella no termina de fiarse de mí, me ve como una "chavala muy rara", pero aun así, mi tía me permite entrar a su casa.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora