CAPÍTULO 22

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Es 14 de febrero. El día de los enamorados para muchos. El día de atracar un bingo para nosotros. Cuando Arturo vino a la casona y explicó su plan delante de Francesco y de mí me quedé alucinada. Esta vez no vamos buscando ningún objeto de valor, sino dinero. Y no lo haremos con las luces apagadas de un pasillo como en el hotel, o bien entrada la noche como en la joyería, sino en un bingo, lleno de gente, con seguridad, cámaras, y un plan que tiene riesgos de fallar, pero que le incrementa mayor adrenalina, al menos para mí.

Llevamos tres meses esperando que llegue este día. Tres meses en los que Arturo ha tenido que conseguir trabajo en uno de los bingos de la ciudad, ganarse la confianza de sus compañeros y su jefe, conocerse el lugar como la palma de su mano, localizando la sala donde se guarda todo el dinero en efectivo, la sala de cámaras de vigilancia y los horarios de los guardias de seguridad que custodian ambas salas. He tenido que esperar pacientemente a que fuera el momento indicado, y ya ha llegado.

Una vez que Arturo se hizo con toda la información necesaria y se la pasó a Francesco, nuestro jefe empezó a idear el plan. Aunque lo ha hecho lo más perfecto posible sigue habiendo mucho riesgo, pero quien no arriesga, no gana, o eso dicen, y todos estamos dispuestos a arriesgar.

Arturo se llevará la mitad del premio, aunque realmente no va a arriesgarse tanto, todo su trabajo se ha limitado en pasarnos la información, y no veo justo que solo por eso se lleve tanto. Ahí Francesco no ha estado muy listo para negociar, o quizás es que se ha dejado llevar por la amistad que les une.

El plan, tal y como Francesco lo diseñó, se divide en dos partes y dos grupos: el primer grupo, liderado por Bertrán, lo conformamos Caterina, Bastián y yo, que nos encargaremos de llegar a la sala de vigilancia, deshacernos del guardia que vigila el pasillo y al que está dentro de la sala, y entrar para que la portuguesa desactive y elimine cualquier imagen que nos incrimine.

Y por último, el segundo grupo lo componen Francesco, Salazar y Abdel, nuestro experto en abrir cajas fuertes. Francesco será el único que vaya armado con la pistola que le vi aquel día de noviembre, y la usará para amedrentar a los dos guardias que custodian la Sala del Oro, como Arturo la llama.

Francesco no ha dejado de repetirnos hasta la saciedad las probabilidades que hay de que salga mal, pero no por eso nos ha amedrentado, y si teníamos alguna duda, ya no podemos echarnos atrás. El nuevo 4x4 que Francesco ha comprado y adaptado para la banda, acaba de aparcar en la calle de atrás del bingo. Francesco y Bertrán, como líderes de los grupos, tienen un plano que Arturo les consiguió del bingo, bajamos del coche aparentando normalidad y cada grupo nos encaminamos por calles distintas para entrar al local.

Siento los nervios recorrer todo mi cuerpo, como en las veces anteriores. Me encanta este trabajo, lo tengo más que asumido. Llegamos hasta la calle donde se encuentra el bingo y nos desviamos hacia una bocacalle donde, según el plano de Arturo, hay una puerta por donde podemos entrar sin ser vistos más que por las cámaras de seguridad. Con suerte el guardia no nos verá, y si lo hace, nos lo quitaremos de encima de alguna forma.

Antes de entrar veo como Francesco y su grupo ya espera al comienzo de la bocacalle para entrar unos minutos después que nosotros. Entramos dentro y un largo pasillo iluminado con luces led nos da a bienvenida. Está vacío, nadie nos ve entrar. Siguiendo el plano, elegimos el camino de la izquierda, el más largo, donde debemos encontrar una escalera que conduce al piso superior. Francesco, por su parte, elegirá el camino contrario, bajando las escaleras hacia el piso inferior donde se encuentra la Sala del Oro.

No tardamos mucho en alcanzar las escaleras y subirlas, pero nos frenamos en seco al ver a uno de los guardias recorriendo el corto pasillo, por lo que bajamos varios escalones en silencio.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora