CAPÍTULO 66

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Caterina conduce con tranquilidad adentrándonos en la penúltima calle antes de llegar al banco que atracaremos en escasos minutos. Voy sentada a su lado mientras las demás van en la parte de atrás de la furgoneta. Todas armadas con pistolas, conociendo el plan a la perfección. No ocultaremos nuestras caras, no serviría de nada. ¿Una banda compuesta por siete mujeres atraca un banco? Aqrab. No puede ser otra banda. ¿Para qué ocultarnos entonces?

—¿Celebraste tu cumpleaños con ella? —me pregunta la portuguesa de pronto.

Por inercia, miro el espejo retrovisor y compruebo que las demás no han escuchado la pregunta, están inmersas en sus pensamientos, concentradas para lo que se viene. Cosa que también debería estar haciendo Caterina y no preguntándome por esto. Frunzo los labios y miro hacia la ventanilla. Ella interpreta mi silencio como una metedura de pata y no se demora en rectificar.

—Vale, olvídalo.

—Sí, lo pasé con ella —reconozco sin que lo vea venir.

Me mira un momento sorprendida y vuelve a enfocarse en la carretera. La pregunta era estúpida, sabía que cuando me llamó estaba con Naira, aunque no le dije nada ni preguntó cuando llegué a la casa. Era mi cumpleaños, ¿con quién sino lo iba a pasar?

—Me alegra saber que seguís juntas —reconoce con una sincera sonrisa—. Me la tienes que presentar algún día.

—No sé.

Una cosa es que sepa que hay alguien especial en mi vida, que sepa apenas unos pocos datos de ella muy básicos, y otra muy distinta que la conozca como si fuera su "casi cuñada". Si algún día llegan a conocerse será porque yo ya no esté cometiendo delitos como trabajo para ganarme la vida, y veo esa posibilidad tan lejana.

Caterina aparca y me tomo un segundo para mentalizarme de lo que se viene antes de bajar de la furgo. Esto va a ser grande, como todo lo que hacemos. Levanto de entre mis piernas la mochila para ponerla sobre mi regazo, la abro y saco la pistola. Compruebo que está cargada y al salir me la pongo en la espalda tapándola con la camiseta.

Abro la puerta de atrás de la furgo y aviso a las chicas para que se preparen antes de bajar. Cada una asegura que sus armas están listas y se la esconden como hice yo antes. Daniela coge dos mochilas de viaje mucho más grande que la mía donde guardaremos el dinero. Compruebo la actitud de mis compañeras antes de dar el pistoletazo de salida. Laura frotándose las manos ansiosa porque el espectáculo empiece. Daniela con ganas también de marcha después de tantos meses de brazos cruzados. Olaya está aparentemente tranquila, pero no deja de mover nerviosa una pierna. Astrid le pasa un brazo por el cuello a la gallega y le muestra una amplia sonrisa para tranquilizarla.

—¿Estáis listas?

Todas asienten y se ponen en pie para empezar a bajar de la furgo. Me hago a un lado y salen en tropel para entrar en el banco y comenzar con el plan.

—¡Vamos a darle cañita, jefa! —exclama Laura llena de energía.

Daniela lidera la comitiva y yo la cierro. Cristina, siguiendo su parte del plan, se marcha al final de la calle con el pinganillo que comparte con Caterina y conmigo, como la última vez, para avisar si viene la policía.

Cuando entro en el banco las chicas ya han formado el caos, han sacado sus armas y mandado tirarse al suelo a los que se encontraban dentro, trabajadores incluidos, excepto el pringado de turno que le toca sacar el dinero de las cajas y meterlos en nuestra bolsa.

—¡Vamos, vamos, rápido! —les apremio acercándome hasta donde se encuentra Daniela con el asustado trabajador.

—¡Corre, huevón, no tenemos todo el día!

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora