—La venganza es lo único que me mueve. La venganza y el odio —le digo a Caterina.
La portuguesa me acaba de preguntar por qué he elegido esta vida después de contarme que hace unos años mataron a su mejor amigo. Era como un hermano mayor para ella, él le enseñó todo lo que sabe sobre la deep web. Tras la muerte de su amigo huyó de su país porque temía llegar a conocer la identidad del asesino y cobrarse la venganza con rabia.
—Eu não quero matar —me asegura ella con la mirada perdida en el suelo.
Hemos salido al bosquecillo con Francesco, nos está enseñando a la portuguesa y a mí nociones básicas de supervivencia en la naturaleza. Acabamos de montar un refugio con algunas mantas que hemos traído en una mochila y ahora estamos preparando un hoyo para la fogata, mientras él está buscando ramas y hojarasca seca para quemar.
—Llevo dois anos en Agnus Dei e aún não he matado a nadie —continúa—. Não quero ser una assassina.
—A mí me da igual —contesto encogiéndome de hombros.
—Não puede darte igual, Julia. Não sabes lo que es quitarle la vida a alguém.
—¿Y tú sí? —inquiero a la defensiva.
No entiendo por qué se empeña en creer que puedo ser una buena persona. Ella sí lo es. Es amiga de todos, no odia a nadie, ni siquiera a su padre después de todo lo que ha vivido con él. Y a pesar del trabajo que desempeña, tiene claro que jamás le haría daño a alguien, y mucho menos asesinar.
—Não, mas sé lo que es perder a alguém a manos de outra pessoa, y é muito jodido.
—No tengo a nadie que tema perder —insisto, y es la realidad—, así que me sigue dando igual. Tu argumento no me hace cambiar de idea.
—¿Ni siquiera temes perdernos a nosotros? ¿A lo que has formado aquí, en la banda? ¿A mí, Abdel o Francesco?
Su pregunta no me la espero y, como pocas veces me ocurre, me quedo callada cavilando el órdago que me ha lanzado y sin saber qué responderle. ¿Me importan ellos tres? ¿Me importa la banda al completo? ¿Me importa alguno de ellos? Si hago memoria, y por triste que parezca, solo he querido a una sola persona en toda mi vida, y ya no está, se fue hace años.
Es cierto que estos meses en la banda están siendo los mejores en mucho tiempo, desde que esa persona desapareció, pero ¿he llegado al punto de quererlos? Siento especial aprecio por Abdel y Caterina, sobre todo por ella, se ha convertido en una hermana mayor, pero ¿eso me hace quererla? No lo sé. No tengo el mismo sentimiento que tenía por ella, ni creo que vaya a tenerlo nunca más. El amor solo provoca sufrimiento, eso es un hecho.
Por otro lado, Francesco se comporta conmigo como ya podría haberse comportado mi padre, quizás así no le hubiera odiado tanto o deseado su muerte. Le tengo gran admiración al jefe, ¿cariño? Quizás, sí. Le veo como esa figura de padre que tanto me ha faltado. Probablemente no sea el mejor, pero para mí es mejor que el mío biológico.
Después de este repaso mental a mi relación con Caterina, Abdel y Francesco me pregunto, ¿les quiero? ¿Les tengo el cariño suficiente como para tener miedo a perderlos? Me jodería perderlos. Me jodería mucho. Sí, les tengo el cariño suficiente como para que me joda si pierdo a alguno de los tres, lo admito. Pero no me supondría un gran dolor, podría vivir con normalidad, con su ausencia, como si nada hubiera pasado.
—¿Me podrías contar cómo fue tua vida para ser como eres? —cambia de pregunta Caterina ante mi prolongado silencio.
—¿Cómo soy? —le devuelvo la pregunta mostrándome otra vez molesta, aunque realmente no me están incomodando del todo sus preguntas.
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La Ajedrecista
General FictionJulia es una joven de buena familia, con un padre adinerado que le da la mejor educación a nivel académico. Sin embargo, la educación emocional brilla por su ausencia. En base a esto, la personalidad de Julia se va formando con una clara tendencia a...