CAPÍTULO 30

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Francesco lleva todo el día encerrado en su despacho, creo que está preparando un nuevo golpe, aunque no me imagino qué podemos hacer ahora después del atraco al furgón, eso es insuperable. Y tampoco considero que sea el momento de volver al trabajo sin ni siquiera tener una residencia fija, pues el deseo de Francesco sigue siendo el de volver a la casona.

De todos modos, no parece que tenga intención de contarnos los nuevos objetivos de la banda en los próximos días, sea lo que sea que esté preparando lo va a planear metódicamente, no podemos cometer ni un solo fallo, estamos en el punto de mira de todo el país y de Portugal también.

Está tan enfrascado en ese nuevo proyecto para la banda que ha preferido llevarse la comida al despacho y comer allí. La verdad es que a veces extraño las comidas en la casona, todos reunidos pasándolo bien, pero ya no es lo mismo. Desde hace tiempo no es lo mismo, apenas hablamos mientras comemos y suele formarse una tensión entre nosotros nada agradable.

Hoy el ambiente parece estar más distendido por las anécdotas de Salazar en su infancia y los chistes que va improvisando Bastián sobre la marcha. Caterina está risueña, aunque sigue sin quitarse de la cabeza el tiroteo en Portugal, le ha afectado al ánimo más de lo que quiere admitir. Abdel está siendo un apoyo para ella más que nunca. A mí también me gustaría estar más centrada en ella, pero tengo la cabeza en otro lado, en controlar las ganas de llevar a cabo nuevos planes, de salir de este apartamento y volver a la casona y continuar con los robos.

 —Una vez entró una bicha a la chabola...

 —¿Qué es una bicha? —pregunta Caterina interrumpiendo una nueva anécdota del gitano

 —Una serpiente —le respondo.

 —¿Sería una taipán? —comenta Bastián con burla.

En cuanto mis compañeros se enteraron de que Francesco empezaba a llamarme así no tardaron en llegar los chistes del francés comparándome con las serpientes, como diciendo que así entendía lo sibilina que era, entre muchas otras cosas. Todo este tiempo he demostrado tener más paciencia de la que creía, pero empieza a hartarme de sobremanera.

 —Un día me voy a cansar de tus chistes de mierda —le espeto molesta.

 —Hace ya temps que nosotros nos cansamos de que quieras creerte más que el resto —rebate él en el mismo tono.

 —No me lo creo, lo soy —replico con prepotencia.

Bertrán suelta una irónica risa. Él es el que menos debe intervenir en esta disputa que se ha abierto entre Bastián y yo teniendo en cuenta lo alejado que se encuentra cada vez más de Francesco. Cuando menos se lo espere tomaré yo su rol de mano derecha y él no podrá hacer nada por impedirlo. Su fuerza bruta no podrá con mi astucia.

 —Cuéntanos el chiste para que nos riamos los demás —le reto dejando a un lado la comida y centrando mi atención en él.

Bastián se cruza de brazos con una sonrisa burlona y recostándose en la silla, olvidándose también de continuar comiendo.

 —Seguro que no te iba a gustar, trata sobre una doncella que quería ser reina.

Bertrán lanza el chiste simplón que esperaba oír y en seguida sus bufones le ríen la gracia, menos Caterina y Abdel, mis únicos aliados aquí. Desde que llegué a la banda, ellos tres han sido los que menos han querido que yo me quedara y lo han demostrado en infinidad de ocasiones. Tampoco es algo que me importe, tener más o menos enemigos me la trae al pairo, pero me contenta saber que al menos puedo contar con dos aliados para enfrentarme a estos tres mequetrefes. Tres contra tres y el favor de Francesco para mí. Gano la partida.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora