CAPÍTULO 78

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Llegué a la casa con un plan en mente, no pensaba perder esta partida ni de coña, y tenía un día para prepararlo todo. Así que en seguida mandé a las chicas rearmarse para un más que posible tiroteo. A Caterina la dejé encerrada en la habitación con Marina sin móvil ni portátil con el que poder comunicarse con Francesco, no iba a dejar que me traicionara una segunda vez.

Laura consiguió que los padres de la chica ingresaran el medio millón que faltaba y le aseguró que soltarían a su hija mañana al amanecer, sin decir dónde para evitar que puedan prepararnos alguna trampa con policías esperando para echarnos mano.

Todo estaba preparado según lo planeado: las chicas armadas y listas esperando la llegada de Agnus Dei y yo en el coche con Olaya conduciendo camino del descampado donde he quedado con Francesco para el intercambio.

Prefiero tener a Olaya conmigo, donde pueda verla, antes que en la casa donde pueda intentar ayudar a Caterina, sé que le guarda más lealtad a ella que a mí. Por el camino no comentamos nada, yo voy concentrada en lo que tengo que hacer.

Al llegar al lugar de reunión no me sorprendo de ver a Francesco bajar de la furgoneta de Agnus Dei acompañado de sus hombres. "Piensa mal y acertarás", decía mi padre, y no me he equivocado en mi predicción. Junto a Bertrán sale Naira, con las manos atadas e intentando mantener la compostura frente a esta panda de cabrones. Aguanta, vas a estar bien, te lo aseguro.

Camino al frente sola, Olaya se queda en el coche a petición mía. Francesco al verme llegar sin la chica, avanza unos pasos con una pistola en la mano. Me fijo en los que fueron mis compañeros y todos, incluso Abdel, llevan pistolas y seguro que están deseando usarlas. En el caso del Kebab tengo mis dudas, no se atreve a mirarme. Odio esto de las personas que te traicionan, que después se hacen unos lastimeros incapaces de afrontar con valentía sus actos, esperan que les perdonen por pena.

Ahora mismo pueden ocurrir dos cosas: o que todo salga como tengo pensado, o que todo salga como la mierda. Pero el resultado final es el mismo, y es que todos vamos a acabar en el infierno, así que sabiendo esto es una pérdida de tiempo preocuparse por ello. Mejor me centro en lo que tengo que hacer.

—¿Dónde está la rehén? —pregunta Francesco descolocado.

—Con mi banda, cobrando el dinero. ¿De verdad pensabas que iba a hacer negocios contigo? Te gané, spaguetti —le digo con prepotencia buscando sacarle de sus casillas.

Non ti credo, ¿tú sacrificándote por otros? —cuestiona él incrédulo.

—Ya ves, una que crece y madura.

Francesco, inquieto por la trampa que pueda estar haciéndole, chasquea la lengua y mira al coche donde solo alcanza a ver a Olaya.

—Has faltado a tu parte del trato.

—Tú también has faltado, quedamos solos tú yo —le recuerdo.

Non acostumbro a fiarme de las serpientes, son molto traicioneras —contesta receloso—. ¿Qué tramas, Taipán? ¿Dónde están tus chicas escondidas?

Niego con la cabeza y extiendo ambos brazos para que vea que no llevo ningún arma en la cintura, aunque no ve mi espalda, ahí sí que guardo una pistola. Francesco se queda más desconcertado que antes, no sabe cómo contraatacar a esta jugada.

—No tramo nada, no están —insisto—. Ya te he dicho que están con la rehén, en nuestra base.

—¿Estás perdiendo la testa, Taipán? —exclama soltando una risa nerviosa— Te creía una chica lista. ¿Vienes a enfrentarte a una banda armada con una chófer e sin armas?

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora