CAPÍTULO 58

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Desde mi celda veo a un funcionario calvo, alto y robusto haciendo la ronda de tarde en la galería de nuestro módulo. Hace un mes desde que Daniela y yo tuvimos aquel enfrentamiento en el patio donde los funcionarios nos separaron para evitar que fuera a mayores. Desde entonces ha habido una calma muy tensa, hasta Laura lo nota. Es como si hubiera una bomba de relojería acechando con explotar en cualquier momento y donde menos lo esperes.

Por otro lado, este mes ha sido fructífero, y es que he descubierto que hay una presa intentando sacar su negocio adelante a escondidas de Daniela. Apenas lleva un par de meses metiendo algo de droga, tabaco y objetos varios. Por miedo a las represalias de Daniela, son pocos los pedidos que hace, y suelen tardar en llegar, ya que tiene que meterlo de otra forma que no sean los funcionarios. A diferencia de mi primera cárcel, aquí solo hay un funcionario comprado, y como ocurre con todo lo corrupto, es propiedad de la corbatas, como se ha empeñado en llamarla Laura.

A esta presa le he pedido un móvil, lo único que necesito para ponerme en contacto con Caterina, pero no es tan fácil de meter, ni tampoco nada barato. El único que puede dármelo es el funcionario de Daniela, que según me ha dicho esa presa, está muy bien pagado. No sé de dónde sacaré el dinero para comprarle a mayor precio que la corbatas, pero tengo que conseguir el móvil como sea.

Aparte del dinero, hay otro problema; ese funcionario está muy vigilado por Daniela y sus chicas, no pueden verme hablando con él, en seguida sospecharían y me metería en problemas. Así que tengo que ingeniármelas para hablar con él a solas.

Salgo de mi celda y Laura me sigue disimuladamente para luego quedarse dando vueltas durante unos minutos en la galería. Me dirijo hasta el baño y le hago una señal a Laura. Deberá entrar en un minuto y avisar al funcionario de que me encuentro mal y necesito ayuda. Tendré poco tiempo para hablar con él a solas y debo aprovecharlo.

No pasa ni dos minutos cuando el funcionario entra corriendo y preocupado. Laura entra tras él y cierra la puerta para evitar que nadie entre ni tampoco él salga. Al verme en perfectas condiciones y escuchar la puerta cerrarse, palidece y se lleva la mano al interlocutor que llevan los funcionarios. Para evitar que de la voz de alarma, saco mi collar de serpiente y me acerco amenazadoramente a él con la punta clavada en la vena del cuello. Tuve suerte de conseguir meter el collar sin que los guardias, que me chequearon antes de pasar al módulo, lo vieran. Hasta el momento lo he tenido bien escondido para evitar que me lo confisquen, y ahora me viene de perlas.

El funcionario traga saliva y desiste en su idea de llamar a sus compañeros. Muy tenso levanta las manos para indicarme que no piensa hacer nada que le ponga en peligro.

—Quiero que hagas algo por mí —le informo sin perder más tiempo—. Sé que Daniela te tiene comprado y que le pasas todo lo que se le antoja. Pues bien, quiero que me pases un móvil, pero ella no debe enterarse.

El tipo suelta una sarcástica risa que detiene al notar la punta de mi collar clavarse con más fuerza en su vena.

—Daniela me paga muchísimo, ¿tienes dinero para igualar su oferta?

—¿Cuánto te paga?

—Mil euros —contesta saboreando las palabras con gusto.

—¿Estás de coña?

Él niega con la cabeza, volviendo a mostrar una maliciosa sonrisa. Éste no es como el funcionario de mi primera cárcel. Aquel se le podía domar fácilmente con el miedo, pero a este solo le mueve el dinero.

—No soy tan estúpido como para jugársela a Daniela, que además de peligrosa me paga bien, por una presa recién llegada que no sabe con quién se la está jugando.

La AjedrecistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora