Capítulo 3: Yo no estoy loca.

173 9 0
                                    

Entramos y mi madre preguntó por un doctor, al que su nombre no conseguí oír. Al instante la recepcionista nos informó que esperáramos en una sala situada a nuestra izquierda. El doctor iba a ser avisado enseguida de que estábamos allí. Después de diez minutos el doctor Robert, por lo que pude ver en su placa, saludó a mi madre, no sabía quién era, pero por cómo me saludó, supuse que él sí que lo sabía. Su salutación fue cordial como si tuviéramos una gran confianza mutua, incluso supo llamarme por mi nombre. Entramos en su despacho, y al sentarnos le preguntó a mi madre qué ocurría, qué estábamos haciendo allí y antes de que ella pudiera contestar tomé la palabra:

– No me pasa nada. Estoy perfectamente cuerda, podemos irnos a casa.

Él se limitó a reírse del comentario cuando a mí no me hizo ni pizca de gracia, ¿dónde estaba el chiste? Se tomó la libertad de calmarse por su propio pie, pasar por alto mi comentario, como si no hubiera sido pronunciado nunca y volvió a preguntar a mi madre.

– Mira Robert, nos conocemos desde hace muchísimo tiempo, nuestras familias se conocer desde hace años y sabes que no estaría aquí si no fuera algo que desde mí punto de vista es importante, – cogió aire y lo dejó ir en un suspiro lleno de cansancio – lleva unos días comportándose de una forma muy extraña...

La interrumpí descaradamente. Empezaba a ponerme de mal humor.

– Tú sí que llevas días comportándote rara, a veces te quedas mirando a ningún lugar, hasta llegas a tener en ocasiones mirada de una psicópata asesina. – No sabía exactamente por qué había dicho eso, ni siquiera lo pensé, me salió solo y hasta yo misma me sorprendí al decir aquello, pero ya no había marcha atrás, lo había dicho y no podía hacer no decir nada para solucionarlo.

Se me quedó mirando sorprendida, frunciendo el ceño, daba realmente miedo. Miré al doctor y la verdad para ser sincera su cara de panoli no había cambiado tras mi comentario.

– Hoy a amanecido con eso escrito. – Dijo algo furiosa.

Me cogió el codo y lo colocó delante de forma que Robert veía lo que había. Desvió por fin su mirada y me miró por primera vez desde que habíamos llegado a los ojos y entre lágrimas me preguntó lo que llevaba queriendo decir desde lo que parecía una eternidad.

– Si no lo has hecho tú, ¿quién ha sido? ¿Cuándo? ¿Cómo?

– ¡No lo sé! Ya lo he dicho mil veces, no sé quién ha sido, ni cuándo ni cómo, no tengo ni idea, no sé cuántas veces te lo tengo que repetir. Deberías confiar en mí. – La tensión se podía ver, se podía sentir en aquellas cuatro paredes.

En cuanto ella me volvió a mirar, vi en ella, en sus ojos que no me iba a dejar allí, pero entonces el doctor dijo levantando la cabeza después de mirar unos papeles:

– Te ingresaremos ahora, para que puedas recuperarte lo antes posible y volver a casa cuanto antes.

– ¿Pero recuperarme de qué? Si estoy bien, mírame mamá, mírame, lo ves estoy bien no tengo porque ingresar en este hospital de mala muerte.

– Yo no estaría tan seguro Emily, puedes haberte hecho eso mientras dormías, podrías llegar a matar a alguien estando dormida.

– ¿Usted se está escuchando? ¡No soy sonámbula!

– ¿Cómo estás tan segura? Un sonámbulo no sabe lo que hace mientras duerme...

No supe que responder a eso, la verdad es que llevaba razón, si era sonámbula a saber que era capaz de hacer.... Pero yo sabía que no lo era, lo de mi brazo tenía una explicación y un autor y con mala suerte estaba en mis sueños.

No te duermas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora