Capítulo 9: Una semana.

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Carlota se despertó y a pesar de que notaba que intentaba no despertarme no pudo evitar que abriera los ojos para saber qué estaba haciendo.

– Pero, ¿qué hora es? – Dije poniéndome la otra almohada en la cara, habíamos olvidado bajar la persiana e inevitablemente entraba la luz del sol por ella a lo que cuando abrí los ojos me quedé ciega.

– Las 9:17...

– Oh vamos, ¿enserio? ¿Cómo puedes despertarte a las nueve cuando nos fuimos a dormir a las tres?

– No me he despertado por gusto te lo aseguro, ha sonado el teléfono no sé cuántas veces.

En ese instante volvió a sonar, nadie lo cogía.

– Lo ves, suena una y otra vez.

Me levanté, llegaba un punto que el tono del teléfono me desesperaba, salí del cuarto con Carlota detrás mío, nos aproximamos a las escaleras y chillé:

– ¡El teléfono!

– ¡Cógelo tú!

– Dios Jack, ¿enserio? estas a cinco pasos del teléfono y no eres capaz de levantarte y cogerlo. – Bajé as escalera y cuando me acerqué a cogerlo Jack lo cogió primero.

– ¿Si? – Contestó el seguidamente de sacarme la lengua.

– Eres un caso perdido... – Puse los ojos en blanco y me dirigí al sofá donde estaba Carlota riendo por lo que acababa de pasar.

Mientras Jack hablaba entusiasmado le pedí a Carlota que no le dijera nada a Jack no quería que supiera que veía fantasmas y menos si ese fantasma se trataba de Peter y que había sido asesinado por nuestra madre, aunque aún no sabía como exactamente debía aceptar aquella noticia. Si de verdad mi madre era una asesina necesitaba pruebas que lo demostraran, no iba a creerme aquello de buenas a primeras, a pesar de mis últimas diferencias con ella, seguía siendo la mujer que lo había dado todo por mí.

– No te preocupes de mi boca no va a salir nada, será nuestro secreto durante el tiempo que creas necesario y estaremos contigo para ayudarte si lo requieres cuando vayas a contárselo.

Le sonreí, me alegraba de oír aquello. No solo necesitaba tiempo para yo asimilarlo sino también para pensar cómo explicárselo a Jack. Miré al exterior y se me ocurrió una idea.

– Oye hace un buen día, ¿por qué no nos vamos a bañar al lago?

Se levantó y empezó a dirigirse a las escaleras.

– Ya estas tardando en subir por estas escaleras y ponerte el bañador.

Cuando íbamos a subir miré a Jack seguía hablando por teléfono algo que la verdad me llamó la atención ¿quién sería y qué querría para mantener a Jack tanto rato con el teléfono pegado a la oreja? Entramos en mi cuarto y diez minutos después estábamos saliendo de la habitación con el bañador puesto y toalla en mano, al mismo momento lo hacían Alex y Ian.

– Creo yo que me va gustar esto de levantarme todas las mañanas y ver esto. – Dijo Alex mirándonos con cara de seductor. Definitivamente era un caso perdido.

– Vamos a bañarnos al lago. – Dijo Carlota haciendo oídos sordos al comentario de Alex.

– Nos apuntamos. – Dijo Ian abrazándome por la espalda, rodeando mi cintura con sus brazos y depositando un cálido beso en el cuello.

– Gracias por preguntar Ian. – Espetó Alex intentando hacerse el ofendido.

– Si nos dais 5 minutos, ahora bajamos. – Dijo Ian cogiendo del brazo de Alex para adentrarse otra vez en el cuarto.

– Os esperamos abajo. – Manifesté esperando que me hubieran escuchado.

Cuando bajamos Jack vino corriendo a mí y me abrazó.

– ¿Qué te pasa a ti ahora?

– ¡Mamá y papá vienen dentro de una semana! Bueno casi dos, pero van a venir.

Giré mi cabeza para mirar a Carlota, en aquel momento en mi cabeza pasaron muchas cosas, era una lluvia de ideas chocando entre ellas sin dejar nada claro, dejándome a entender finalmente que el día de su llegada en aquella casa iba a suceder algo, y no iba a ser bueno precisamente.

– ¿No te alegras? – Expresó Jack mirándome con un tono un poco triste o más bien como decepcionado.

– ¿Eh? – Dije volviendo a mirar la cara de Jack, no podía tener una cara de mayor ilusión que esa. – Sí, sí que me alegro solo es que no me lo esperaba, me ha pillado por sorpresa. – Saqué de mí la sonrisa más falsa que he dado nunca a nadie. En ese instante necesitaba respuestas a preguntas que solo podía responderme Peter. – Bueno que Carlota y yo nos vamos a dar un baño y nos despistas.

– ¿Y nosotros qué? – Se quejó Ian desde arriba de las escaleras.

– Bueno y ellos dos... – Dije para complacer a Ian.

Ian era el chico perfecto recuerdo cuando me pidió salir, llevaba digamos que enamorada, todo primero de secundaria. Hasta que a finales de ese curso, Carlota me dijo que Matt le había dicho que Ian les había comentado que se estaba fijando en mí, que le estaba empezando a gustar. Recuerdo que ese verano fue el más largo de mi vida quería que llegarán las clases para verle ya que aquellas vacaciones él se fue a Italia con su familia. Así que cuando empezaron las clases se sentó a mi lado y cuando menos lo esperé, empezamos a salir. Aquel día estaba rojo como un tomate y yo no podía parar de sonreír, fue la primera vez que lo vi tan nervioso, llegado hasta el punto de tener las manos sudorosas y no poder llegar a mirarme a la cara. Él es confiado, sabe lo que hace, piensa las cosas antes de hacerlas, lo planifica todo a la perfección, él es perfecto con sus ojos verdes iluminados por un toque azul y una pizca de gris y ese pelo castaño miel. En definitiva, un año, a pocos meses del segundo haciendo que mi vida no deje de sonreír, sabe por dónde sacar la sonrisa que a lo mejor es la que más cuesta mostrar. Le quiero y dudo que algún día deje de hacerlo.

Bajaron las escaleras y se acercaron.

– Qué asco al lago, a saber, que hay ahí abajo...

– Pues habrá peces mucho más bonitos que tú, te lo aseguro. – Contesté divertida a Jack.

– Ja ja ja, que graciosa la chica. – Se fue refunfuñando hasta el sofá.

No te duermas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora