Capítulo 5: Ayúdame.

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Eran las 23:42, ya había cenado y cuando me tumbé en la cama miré de arriba abajo, llevaba un pijama blanco. Me prometí a mí misma que cuando saliera evitaría todo lo que fuera blanco, empezaba a odiar ese color.

Cuando estaba a punto de dormirme oí una voz que me pedía que le ayudara, miré a todos lados de la habitación, pero estaba sola no tenía sentido lo que acababa de pasar, me limité a dejarlo pasar pensé que era fruto de mi imaginación, pero lo volví a escuchar, era una voz de hombre, y fue entonces cuando recordé al hombre del pelo castaño, el hombre que solo veía en mis sueños, no estaba segura de que hacer, tenía miedo, pero su voz me pedía ayuda y parecía muy sincero a la hora de decirlo. Decidí cerrar los ojos y descubrir quién era, y porque quería mi ayuda.

Abrí los ojos y ahí estaba él mirándome, ya no estaba mugriento, ahora vestía una camiseta de manga corta negra, con ese aspecto daba menos miedo. Sonreía, pero no era la misma sonrisa de las otras veces era una sonrisa de confianza, había conseguido que me tranquilizara, que ya no tuviera miedo al verle. Parecía que podía confiar en él.

– ¿Quién eres? ¿Qué quieres? Me pides ayuda, pero, ¿cómo te la puedo dar?

– Tu madre es la responsable...

– ¿Responsable de qué? ¿De que esté aquí? Sí. Pero, ¿qué es lo que quieres de mí?

– Tú madre fue quien me mató.

Me desperté y miré el reloj eran las 3:58 de la madrugada. Había dormido siete horas, pero parecía que habían sido 2 minutos escasos. No sabía cómo lo hacía, primero me transmitió confianza y luego volvió a asustarme. ¿Cómo podía ser mi madre una asesina? Era cierto que tenía a veces esa cara de loca, pero creo que todos alguna vez la hemos llegado a tener sin darnos cuenta, no tenía sentido lo que me había dicho. Mi madre era incapaz de matar las arañas que aparecían en mi cuarto de vez en cuando ¿cómo iba a matar a un hombre? Fue entonces cuando acepté que estaba en el mejor sitio, me estaba volviendo loca.

La noche siguiente me costó dormir, seguía sin entender por qué decía que mi madre era una asesina, me senté en la cama y entonces vi el álbum de fotos que Jack me había dado, Óscar me lo había dado después de cenar. El médico, que se ocupaba digamos que de mi caso, había aceptado dejar que lo tuviera en mi habitación, me levanté y lo cogí, empecé a hojearlo, habían fotos mías y de Jack de pequeños, habían fotos que no había visto nunca, con la abuela Amelia, con tío Matthew, y de repente me quedé petrificada, había una foto en la que estaba abrazada al hombre que se aparecía en mis sueños, yo tendría unos seis años en esa foto, la cogí, la giré y en cuanto vi los nombre le recordé, era el tío Peter, el novio de Silvia. Si la noche anterior no pude dormir porque no entendía cómo mi madre pudo matar a alguien, aquella noche no podría dormir porque no entendía porque tío Peter me había dicho que mamá lo había matado. Pero supongo que la presión y el cansancio pudieron conmigo me quedé dormida junto la foto en la que estaba con Peter, pero esa noche no volví a soñar con él.

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Llevaba ahí metida dos semanas y había llegado mi último día. Había recibido la visita de mi hermano, de mi padre, de Silvia, y cuando no tenía visitas mi enfermero, Óscar, me hacía compañía, un día acabamos hablando de su vida, de cómo acabo en ese hospital, y me confesó que estaba soltero, y luego él quiso saber de mi vida, y la verdad no solo estaba contenta por lo agradable que había sido conmigo, por lo cercano sino también por todo lo que había hecho por mi allí dentro, me confesó que esperaba que algún día nos volviéramos a ver, eso sí sin ser yo la paciente y él mi enfermero.

Después de unas horas en la sala común donde había estado hablando con él vino una enfermera a comunicarme que mi padre había llegado ya a buscarme así que me levanté me despedí de él. Me daba pena, sabía que lo echaría de menos, pero antes de volver a clases vendría para verle, Bajé las escaleras y allí estaba mi padre, le abracé.

– Ves como te dije que ibas a salir princesa. – Dijo abrazándome aún más fuerte. – Volvamos a casa que hay sorpresa.

Asentí con la cabeza, quería volver a casa, ver colores, quería volver a vivir la vida normal antes de estar ahí. Antes de salir por la puerta me giré y en lo alto de las escaleras estaba Óscar, levanté la mano a modo de despedida, no podía creer que pensara que iba a echar de menos ese lugar, pero así sería. La vuelta a casa se me hizo eterna, supongo que por las ganas que tenía por volver coger mi móvil, mi ordenador, ponerme mi ropa, pero sobretodo por dormir en mi cama. Llegamos a casa a las 16:54, y por mucho que me lo negara no me sorprendió para nada que mi madre no estuviera.

No te duermas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora