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capítulo 14

Louis se desprende de su maletín como si fuera una carga tan pronto como se encuentra delante de su mesa, y no tiene idea de por qué la cabeza le palpita con tanta fuerza si se supone que ha ingerido algo para calmar aquel dolor y que usualmente ha sido efectivo en ocasiones anteriores.

Piensa que a lo mejor tiene que ver con el hecho de que ha tenido muy pocas horas de sueño y que en realidad no ha logrado descansar en absoluto y que su estado es peculiarmente peor por esa misma razón.

Por lo menos ha desayunado y no tiene que lidiar con el vacío de su estómago como adición a sus problemas recurrente, pero aun así se regaña a sí mismo por no haber traído consigo aquel pote de píldoras para ahogarse en ellas hasta que el cráneo le deje de doler, y supone que lo mejor será que vaya a la cocina y se consiga por lo menos dos vasos de agua que logren ayudarlo, aunque sea en lo más mínimo.

Se aleja de su escritorio sin siquiera pasar a anunciar su presencia delante de sus superiores, y en cambio va directo hacia la cocina para conseguir un vaso de plástico y llenarlo hasta el tope con ayuda del bebedero eléctrico que la mantiene fría.

Se toma dos y medio, y aunque eso no lo ayuda demasiado, se consuela con el pensamiento de que por lo menos ya no seguirá con la boca seca ni mucho menos.

Con cierta resignación de por medio, sale del lugar sin nada más que hacer, y justo cuando está llegando a su mesa, al universo le parece entretenida la idea de hacer que el señor Styles salga de su oficina al mismo tiempo en el que él llega. Aguanta la respiración momentáneamente y el cuerpo se le entumece de cierta manera cuando aquel par de orbes verdes caen directamente sobre él.

Louis no está seguro de si es cosa de su resacada cabeza, pero hay cierto gesto incómodo en la forma en la que el rizado lo observa por debajo de las pestañas tan solo para regresar la vista a la carpeta que tiene entre las manos abierta.

Frunce ligeramente las cejas ante aquella acción, pero aun así se permite pensar en lo increíble que luce con aquel traje gris oscuro que se amolda a la blancura de su piel, que se ajusta a sus anchos brazos, pero que aun así le deja el espacio justo para movilizarse de cualquier manera.

También se fija en la curva de su mandíbula, afilada y reluciente en su seriedad, con los pómulos alzados más arriba repletos de todos estos lunares que bien pueden crear alguna constelación de paso, y es algo así como una belleza sublime para Louis la manera en la que los rizos le caen con delicadeza por la nuca, casi como si intentaran alcanzar sus hombros cuando crecen por lo menos el más mínimo de los centímetros a cada día que pasa.

A Louis siempre le ha dado curiosidad el saber si tiene la intención de dejarlo largo, y hasta qué punto exactamente planea hacerlo, y considera que deberá de verse precioso con aquel aspecto, tal vez un poco más de lo que de por sí ya lo hace, si es que eso puede ser meramente posible.

Y existe la posibilidad de que quiera quedar hipnotizado un poco con su apariencia a medida en que se acerca más a él, hasta que queda delante suyo.

—Buenos días, Louis— Le saluda con la voz igual de gruesa que siempre, lenta como nada y parecida al terciopelo, pero es distinto esta vez, porque el joven asistente percibe este tono duro de su parte que le hace creer que el hombre puede estar disgustado con algo, o con alguien. No puede saberlo a ciencia cierta, porque definitivamente no puede entrar a su cabeza para averiguarlo. —No luces nada bien.

Bien, esta puede ser la primera vez que Louis consigue sentir la acidez en las palabras de su jefe, y no puede evitar fruncir el ceño cuando no comprende demasiado el qué está sucediendo ahora mismo. Le resulta bastante sencillo el preguntarse si ha hecho algo malo para fastidiarlo con aquel hombre, pero de alguna forma ninguna potencial y coherente respuesta le llega a la cabeza de inmediato, y tampoco es como que la espera cuando le duele demasiado como para ponerse siquiera a pensar en que puede estar sucediendo con él.