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Capítulo 47

No falta mucho para que lleguen al edificio en el que Wyatt reside, y mientras bajan hacia el parqueo que resulta ser también un sótano, Louis se dedica a observar con atención todo el lugar.

La vez pasada estaba lo suficientemente ebrio como para fijarse en nada que no fuera su propia mano repasando el muslo del pelinegro —peligrosamente cerca de su entrepierna— dentro de un taxi mientras fingía que no sucedía absolutamente nada, sin mencionar que tan pronto como subieron por el ascensor e ingresaron al departamento se vieron envueltos en una lucha de besos casi violentos que ni tuvieron fin hasta que el cansancio y el calambre se apoderó de ellos.

Ahora, en cambio, es el momento perfecto para ser conscientes, y Louis casi se siente anonadado cuando se da cuenta de que lejos de vivir en una infraestructura común y corriente, Wyatt resulta estar viviendo en una torre de aproximadamente diez pisos. No dice nada mientras se bajan del coche porque está demasiado ocupado fijándose en que todos los coches estacionados resultan ser jeeps y que no hay un solo carro normal. Le llega a impresionar el nivel de adquisición de los residentes de aquel conjunto de hogares y es posible que se asombre un poco más cuando caminan en dirección al lobby.

—¿Esto siempre estuvo aquí?— Pregunta en una señalación, siguiendo a Wyatt de cerca, quien saluda al portero con un gesto de mano y un deseo de buenas noches.

El pelinegro aprieta el botón del elevador y sonríe un poco hacia él.

—Si— Responde. Las puertas se abren. —¿No lo recuerdas?

—Para nada— Recita al ingresar en la caja de acero.

Nadie los acompaña y solo se trata de ellos dos dentro.

—Estábamos algo ocupados a decir verdad— Opina el abogado, haciendo referencia a la noche que compartieron y siendo tan coqueto al utilizar ese tono de voz aterciopelado que hace que Louis tenga que respirar con profundidad.

No dice nada sobre eso, porque se conoce y sabe que va a pronunciar algo lo suficientemente provocador como para que el resto del camino en ascensor arda en sus venas y tengan que recurrir al contacto físico para apaciguar la quemazón que podría quedarles. Se abstiene de ello, y llegan al octavo piso tan solo para bajar, recorrer un pasillo que ni en sus sueños ha cruzado —Louis en serio se pregunta si estuvieron besándose todo el camino como para no haber notado nada de esto— y detenerse finalmente en la puerta correcta.

Wyatt introduce la llave dentro de la cerradura, la madera hace un chasquido cuando es desbloqueada y le hace un gesto a Louis para que pase primero. El castaño lo hace y la mandíbula casi se le cae cuando ve que, al final de cuentas, el piso le hace justicia a todo el conjunto de la vivienda. La sala es increíble, y espaciosa, y se reprocha mentalmente por haber huido al día siguiente de esa noche de pasión y no haber visto nada de esto.

—Puedes quitarte la chaqueta y dejarla allí— Le dice, Wyatt apuntando hacia el conjunto de percheros adherido a la pared que no perjudica ni un poco el estilo de la sala. —Tu maletín también puedes ponerlo en el mueble sin problema, siéntete como en tu casa.

—Es un bonito lugar— Comenta, sus ojos todavía pasándose por los rincones, posándose sobre un jarrón repleto de claveles debajo de un espejo ancho que refleja su cuerpo de la cintura hacia arriba. Se quita el chaleco del traje. —De verdad que la última vez no pude verlo bien.

—También puedes curiosear todo lo que gustes— Ofrece mientras también se deshace de su chaqueta y se afloja el nudo de la corbata hasta quitárselo. Louis piensa que es una verdadera pena. —¿Qué quieres pedir?

El castaño se pasea por la sala con cierto recelo, inspeccionando sin ningún propósito más que el de querer conocerlo.

—¿Cuáles son nuestras opciones?— Cuestiona, lo suficientemente alto como para que lo escuche porque deja de estar pendiente a su posición.