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Capítulo 46

Louis resopla antes de darse cuenta de que se está tardando más de la cuenta, y se gira para regresar al ascensor, en donde Wyatt espera afuera y ha dejado marchar la caja de acero al no poder seguir reteniéndola de los demás. Le dedica una pequeña sonrisa cuando sus miradas se encuentran y su corazón se encoge al recibir el mismo gesto de su parte, tranquilo, sin dudas en la oscuridad de sus ojos, probablemente demasiado comprensivo cuando extiende la mano hacia él.

Louis la toma sin siquiera pensarlo, percibiendo la calidez de su palma recorriendo su extremidad con recelo, premura absurda hasta estallar en su pecho. Sus párpados se cierran al ser halado hacia ese pecho en el que se resguarda casi con cariño, y por poco tararea cuando sus hombros son envueltos en un abrazo que ha estado necesitando sin saberlo. Se esconde en esa esquina que se conecta con su cuello y su clavícula, e inhala con profundidad percibiendo como su espalda es recorrida por la misma palma que lo ha sostenido.

—¿Todo bien?— Pregunta con suavidad, cerca de su oreja, con el aliento tan caliente que un escalofrío le pasa por la médula espinal.

Louis aprieta los labios antes de mover la cabeza en un asentimiento.

—Si, sí. Solo le estaba preguntando algo del trabajo— Miente, aunque no es su intención. En su mente, no cree prudente revelar que su jefe se ha divorciado y que él está tan preocupado por su estabilidad que comienza a confundir básicamente todo. No es su culpa; es lo que se repite. —No es nada.

Wyatt asiente y lo aprieta un poco más contra su cuerpo antes de apartarse lo suficiente como para poder ver su rostro.

—Bien— Murmura, sus comisuras un poco estiradas hacia arriba. —¿Estás listo para irnos?

El castaño ladea ligeramente la cabeza, y suelta la sujeción que ha mantenido detrás de esa espalda ancha para regalarle una caricia en la esquina afilada del pómulo. Se siente débil cuando Wyatt se inclina hacia su toque, casi parece un cachorro de ese modo y no puede evitar sentirse conmovido al respecto.

Es tan lindo que todavía no se cree que le haya tocado conocerlo, que haya sido tan inconsciente como para dejarlo esperando mientras él iba detrás de su inalcanzable jefe como la persona más patética del mundo.

Aún no es demasiado consciente de ello, especialmente cuando continúa poniendo excusas y trazando con tiza la misma raya que una parte de él quiere borrar.

—Por supuesto— Pronuncia, decidido a olvidarse de todo esto y a seguir adelante con su noche porque es lo único que queda.

No cree que valga la pena angustiarse más de lo que debería cuando no alcanzará ningún desenlace, y aunque vive medio perdido entre sus cavilaciones, no pasa desapercibida la manera en la que el pelinegro baja la mirada hacia su boca y la alterna entre aquella parte de su cuerpo y sus orbes.

Louis sonríe casi sin notarlo, como si sus expresiones tomaran vida propia y decidieran actuar por cuenta propia.

—¿Puedo tener un beso?— Le pregunta, como si fuera la última vez, como si nunca le hubiese puesto un solo dedo encima para empezar.

El castaño se muerde el labio inferior tan solo para molestarlo un poco, y casi suelta una carcajada cuando el inglés entreabre su hendidura bucal para exhalar. Se aleja de él hasta volverse hacia el ascensor, y le envuelve la muñeca para acercarlo a su lado antes de apretar el botón que está supuesto a llevarlos al segundo sótano.

—En el coche— Responde, aunque se muere por ser besado.

No va a admitirlo, al menos no hasta que se encuentren en un lugar más discreto. No se avergüenza de ser visto. Sin embargo, no quiere exponerlos a ninguna situación potencialmente incómoda.