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Capítulo 53

El castaño abre los ojos por segunda vez, con la respiración densa y un cosquilleo escalofriante recorriendo cada nervio de su anatomía, como si se le hubiese quedado el recuerdo de los sucesos de un sueño que permanece en su cabeza como si de una memoria se tratara. Se llena los pulmones de aire mirando hacia el techo, el ventilador crea una sombra por el halo de Luna que se cuela de la cortina y por un instante se siente tan desubicado que es casi como si todavía estuviera durmiendo.

Pero no lo está, porque se sienta en el colchón y observa a su alrededor para asegurarse de que continúa estando en su alcoba. Se pasa las manos por el cabello, echándose hacia atrás el flequillo que se le ha pegado a la frente por un sudor sin sentido cuando la noche no está lo suficientemente calurosa como para hacerlo transpirar. Vuelve a respirar como si lo necesitara para mantenerse cuerdo, y cuando cierra los ojos con un atisbo de pesadez somnoliento, tiene la repentina imagen de su jefe a punto de cometer un acto prohibido dentro de sus anhelos.

La piel se le pone de gallina casi de inmediato, y tiene que obligarse a sí mismo a separar los párpados antes de que su propio cerebro se deje llevar y continúe con aquel sueño como si de una verdadera fantasía se tratara.

—¿Qué...?— Susurra para sí mismo, dejando las palabras de indignación en el aire al momento en el que percibe cierta incomodidad en la parte baja de su cuerpo.

Arruga las cejas y se retira las sábanas casi por completo para encontrar sus pantalones de pijama abultados. Decide bajar la tela nada más para asegurarse de que todo se encuentra en orden, pero se desconcierta totalmente al sentir la humedad que un sueño tan vago le ha ocasionado.

—¿Qué demonios?— Inquiere en su soledad, siendo consciente de que está solo y que se ha excitado en su inconsciencia por nadie más que su jefe, quien aparentemente lo ha atado y dejado inmóvil y que ha estado a punto de brindarle el cielo con la boca si tan solo no se hubiera levantado justo en ese segundo.

Tiene presente su boca rosada y hasta fina, su mandíbula marcada en un ángulo perfecto que no le hace justicia al resto de la humanidad y esa demanda silenciosa que ha estado presente en sus ojos dilatados en conjunto a efervescencia que ha provocado en Louis una inquietud angustiante que puede sentir incluso ahora en el mundo de los despiertos. Y está mal de su parte el pensar en ello más de una vez, es terrible viniendo de él hacer eso de cerrar los ojos y dejar caer la cabeza sobre su hombro mientras en su propia cabeza se crea lo que podría ser una continuación que lo involucre a él y a su jefe en una situación tan comprometedora que podría incluso llegar a hacerlo sentir culpable.

—Ah, no puedo creerlo— Murmura todavía para sí mismo, con la intimidad latiendo y con los anillos de su privacidad trasera contrayéndose en una clara señal de que está necesitando hacer algo al respecto. Se vuelve a pasar la mano por el cabello como si eso fuera a solucionar algo, y de alguna manera se decepciona cuando ve que en realidad no lo hace. —En serio.

Deja escapar el aire con fuerza, dándose por vencido cuando sabe cómo es y es consciente de que no podrá volver a dormir hasta que haga algo al respecto. Sacude la cabeza un tanto desilusionado de sí mismo y de su poca resistencia y autocontrol, estira la mano para alcanzar la cuerda de la lámpara en su mesita de noche y encenderla con el único propósito de alumbrar la zona cercana.

Se pone de pie con cierta dificultad cuando el calor y la somnolencia no son una buena combinación, y se agacha delante de la cama para sacar esa caja que guarda con recelo para que nadie además de él jamás la encuentre.

El roce de su ropa interior todavía húmeda y la tensión de sus pantalones de pijama que espera que no se hayan estropeado demasiado le obligan a respirar por la nariz, y se muerde el labio inferior mientras rebusca entre su colección de juguetes de amor el que pueda ayudarlo en estas circunstancias.