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capítulo 35

N/A: este capítulo contiene 7,131 palabras, que definitivamente sobrepasa la cantidad habitual de cada parte (que son entre 2,500 y 4,500). Lo que significa que no estaré actualizando hasta dentro de ocho días tanto para que puedan leer sin prisa, como para que yo pueda escribir tranqui. sin más nada q decir, espero que les guste el capítulo y q no chillen mucho porque luego me ahogo con la risa.

Louis se aferra al oso de felpa que se encuentra casi debajo de él, con una mitad completamente expuesta aun cuando se halla debajo de las frazadas como si existiera la posibilidad de que pudiera pasar frío, mientras que la otra parte está algo así como aplastada por la anatomía del muchacho que permanece escondido en aquel cuello esponjoso, tan rendido entre el mundo de los sueños que ni siquiera es capaz escuchar el incesante ruido que produce la alarma cuando ya es la hora de despertar.

El sol cegador de un miércoles primaveral se cuela por la hendidura que deja el rastro de la cortina, que se bandea por culpa de la brisa que el ventilador de techo provoca y que es lo suficiente fría como para que lo mantenga debajo de aquellas frazadas que cubren la desnudez parcial de un cuerpo que guarda las huellas de sus propias manos y de un millar de recuerdos más que no pasan de ser justamente eso.

La calle podría ser escuchada desde su piso si tan solo mantuviera aquellos cristales de par en par, y aunque Louis realmente disfruta del silencio durante esas horas en los que aquella estrella brillante empieza a besar el horizonte, justo hoy que el sueño le está venciendo, le conviene el haberlas tenido abiertas para ser despertado.

Es una suerte que la alarma no se haya dado por vencida en su cometido, porque con lentitud, y a medida en que su dispositivo móvil insiste en resonar en las cuatro paredes de aquella habitación en su único propósito, con el único deseo de que llegue a los oídos de Louis; él comienza a removerse entre las frazadas como si estuviera a punto de despertarse.

Llega a llenarse los pulmones de aire, como cualquiera que ha recuperado la consciencia luego de un largo y solitario letargo. No obstante, el proceso no se completa como cualquiera lo esperaría, porque en lugar de abrir los ojos, lo único que consigue es volver a sucumbir en su somnolencia, casi de inmediato cuando el cansancio de una larga noche le pasa por los hombros en una dulce caricia y le susurra al oído canciones de cuna que sólo lo adormecen un poco más.