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Capítulo 54

Louis duerme hasta lo que podría ser el mediodía, hasta que el sol va directamente hacia su ventana a tocarle el cristal y avisarle que ya ha estado demasiado tiempo enterrado entre esas frazadas que no son ni de cerca conocedoras de los sucesos de la noche anterior. Hay un quejido que se queda atascado en su garganta mientras estira la espalda y el resto de sus extremidades, e ignora completamente el pinchazo que lo ataca en la zona trasera cuando se sienta sobre la esquina del colchón para despabilarse mejor.

Mira a su alrededor desorientado, se estruja los ojos como si eso fuera a quitar el hecho de que los recuerdos de la noche pasada lo acechan desde la esquina de la puerta y se pone de pie para entrar al baño y realizar su rutina de higiene matutina. Mientras se cepilla los dientes y su estómago ruge con fuerza casi bestial, Louis decide que el día de hoy será para hacer todas esas tareas del hogar y demás diligencias que ha estado dejando de lado por culpa del trabajo y sus salidas. Se considera un poco negligente consigo mismo por haberlo hecho, pero se promete recompensarse al tener pendiente que, si se deja no hacer nada, sucumbirá a un estado de pensamientos sobrecargados que lo conducirán a lo que podría ser una crisis mental.

Está haciendo todo lo posible por evitarla, sobre todo cuando mantiene en cuenta el hecho de que al día siguiente tiene que trabajar y ver al señor Styles. Se le revuelven las tripas al solo recordarlo, las manos incluso le sudan por la idea de que tendrá que verlo a la cara y restregarse a sí mismo esa confesión de que es su admirador, de que lo ha sido desde el primer día y que ha estado equivocado con tantas cosas que no podría siquiera comenzar a enumerarlas.

Le tocará hacerlo eventualmente, probablemente esa misma tarde cuando en el fondo sabe que debe sentarse y analizar su situación, porque no le conviene ignorarlo, porque no solo se trata de él, hay personas como Wyatt involucradas en su desastre, y otras como Ava que ni siquiera conoce la verdadera relación que pueda tener.

Si, efectivamente tiene mucho que discutir con su propia persona, y muy poco tiempo teniendo en cuenta que ya es la mitad del día y que el tiempo no le tiene la más mínima de las consideraciones cuando no se detiene por absolutamente nada, ni siquiera por una situación como esta.

Se apresura en alistarse entonces, crea una lista de compras en la aplicación de notas en su teléfono con todas las cosas que le hacen falta y sale de su piso para tomar un taxi e ir al supermercado que frecuenta.

Se toma las horas que considera necesarias mientras recolecta todo lo de la lista diligentemente, añade un par de artículos que al final del día no está necesitando —como ese paquete de galletas de chocolate que definitivamente no debería agarrar pero que de todas formas lo hace porque, ¿por qué no?— y pronto está pagando y regresando a su departamento con un montón de bolsas de plástico que no le caben en las manos y que gracias al cielo el chofer del vehículo le ayuda a subir por unas cuantas libras extras que Louis ha cargado dentro de su efectivo.

Siempre supo que era buena idea retirar dinero del cajero cuando estuvo en el local de comestibles y otros artículos que lo podrían llevar al hipermercado si tan solo lo intentaran.

Deja escapar un largo suspiro cuando cierra la puerta, las fundas están regadas en la entrada y al verlas sabe que le toca un largo recorrido a la cocina, pero lo afronta con el pecho en alto y el recordatorio de que esto es solo uno de los efectos de vivir solo y dentro de una independencia caracterizada por la adultez temprana. Su móvil no suena en todo ese rato, no hay un solo mensaje, ni una sola llamada, no existe una notificación que le recuerde lo que tiene pendiente y es casi como si el mundo se hubiera olvidado de su presencia.

No es como que está esperando algo en particular —Louis realmente se convence de la idea de que en serio no está aguardando a que alguien en concreto le escriba— y hasta cierto punto aquello le alivia y hasta le alegra un poco porque así cuenta con la oportunidad de arreglar su alacena por orden alfabético y perder todos los segundos que le toma a la comida a domicilio llegar a su edificio.