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Capítulo 71

Interinamente el curso queda despejado y las únicas personas que permanecen en el interior son solo Louis y su jefe. El muchacho se pone de pie y arrastra su maletín por la superficie antes de acercarse hacia el rizado finalmente.

—Veo que has hecho un amigo —señala tan pronto como el joven abogado se detiene delante de la madera que ahora los separa.

Ya ha terminado de guardar sus cosas. Se acomoda el bolso en el hombro listo para marchar, pero de alguna forma se queda en su lugar.

Louis se encoge de hombros.

—¿Supongo? —dice con cierto tono de duda—. Lo confirmaremos la próxima semana.

—¿Planeas hablarle la próxima semana? —inquiere de la nada, enarcando una de las cejas en un gesto tan interrogante como desconcertado.

Algo dentro del chico de orbes azules se remueve y su corazón late con un poco más de fuerza ahora.

—Tal vez —divaga al retener una sonrisa, porque no hay nada más incitante que ver cómo su mirada se cubre con la sombra de una sospecha controlada que no le hace daño, o que por lo menos espera que no lo haga. Apoya las manos sobre la madera y le echa un vistazo por debajo de las pestañas—, ¿por qué? ¿Estás celoso?

Harry parece encontrarle un poco de diversión a su pregunta, porque sus labios se estiran y el destello en sus gemas oculares cambia a uno más agradable.

—No, solo tengo curiosidad —aclara y hace esto de tocarle debajo del mentón antes de apartarse del escritorio y comenzar a caminar—. Deberíamos irnos o se nos hará tarde.

Louis asiente en acuerdo con sus palabras y lo sigue por todo el trayecto hacia la salida.

Un encargado de la limpieza entra justo después de que ellos cruzan la puerta y recorren tranquilamente todo el camino hacia el estacionamiento. La brisa de la noche temprana es agradablemente fría, aunque no tan helada.

El asfalto está húmedo por una llovizna que no han podido presenciar y los estudiantes universitarios se pasean de un lado a otro con costumbre, trayendo memorias cortas a la cabeza de un castaño que de vez en cuando se distrae con el caminar de su jefe porque de ninguna manera se perderá el espectáculo de ver a Harry caminar con esos pantalones, o con cualquier prenda inferior que le haga justicia a sus piernas y sus glúteos.

Llegan al coche eventualmente.

Louis ya le está perdiendo el miedo a la modernidad y su torpeza y pronto están saliendo del área universitaria para introducirse en el camino que los llevará de vuelta a Londres.

—¿Tienes hambre? —cuestiona el señor Styles después de un rato en la senda.

Han estado callados hasta ese momento, y lejos de ser incómodo o desesperante, Louis ha encontrado bastante agradable el simplemente disfrutar del recorrido, del aire acondicionado chocando contra su rostro y el constante palpitar de su corazón enloquecido.

No es tan violento como de costumbre, pero de todas formas golpea su caja torácica con insistencia.

Está bien con eso siempre y cuando su superior no pueda escucharlo.

—No realmente —contesta tras apretar los labios y girar el rostro en su dirección.

Harry asiente con suavidad y de pronto saca una de las manos del volante para buscar la de Louis entre todo ese mutismo sosegado. Entrelaza sus dedos y si antes el castaño ha estado sufriendo de taquicardia ahora va a ser una lamentable víctima de un paro cardíaco.

No tiene idea de cómo es que no se estremece con fuerza antes el corrientazo que le repasa las venas desde la punta de los dígitos hasta la última esquina de su cuerpo.