Domingo, 8:30 p.m.

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No iba a permitirme seguir siendo el idiota al que no les gustan los animales, tal vez no me encantaban los animales, pero idiota no era.

Miré a través de la ventanilla de mi lado, distrayéndome un poco y respiré profundamente tratando de poner en orden mi vida. 

—Ah, Harry. Los boletos del avión están encima de tu maleta que está en la entrada a tu casa.— interrumpió Chris. Simplemente asentí.

Dormiría un poco en el avión y quizá pediría un poco de vino. Me sentía exhausto, física y mentalmente pero debía mantenerme en plena forma para saludar a algunos colegas.

—Yo no tengo una maleta lista.— habló la mujer a mi lado.

—La tienes, no te preocupes, Kate se encargó de todo eso, también de tu pasaporte.

— ¿Cómo?

Abrí los ojos y me enfoqué en la conversación de ellos.

Chris se encogió de hombros. —No lo sé, lo buscó todo. Tú solo preocúpate por lucir encantadora y ser la esposa perfecta frente a todas esas personas. De todo lo demás, Kate y yo nos encargamos.

—Por cierto...— interrumpí. —Gracias, Christian. Lo hiciste increíble, primo. Tal vez podrías ser organizador de bodas.— reí con humor al final.

Chris soltó una carcajada y negó. —Ni loco, no vuelvo a planear una boda en toda mi vida, creo que hoy se me cayó más cabello del que se me ha caído toda mi vida.

Sonreí y volví a enfocarme en la ventanilla hasta que llegamos al lugar. Las mismas puertas negras que había visto en las fotografías, decoradas con huellas de animales y la palabra Refugio en neón, abajo estaba escrito "Patitas" en un tono rosa fluorescente. 

Bajamos de la limusina y extendí mi mano para ayudarle a Samantha a bajar. Quizá debimos considerar el volúmen de ese vestido, era demasiado extravagante y estaba seguro que incómodo también.

Los muros eran color crema con decoraciones de colores, lucía más como un kinder de infantes que como un refugio para animales, pero el sitio se veía agradable. 

Samantha se aferró a mi brazo intentando bajar el resto del vestido de la limusina y caminamos al interior del lugar, las luces estaban encendidas y a diferencia de lo que pensé, no olía tan mal, un poco a aromatizante de ambiente y un poco a comida de perro. 

Nos adentramos más en el sitio techado y llegamos a una habitación donde la luz sobresalía de debajo de la puerta y algunas voces se escuchaban.

Ella abrió la puerta y se apresuró a mirar lo que ocurría.

—Ya estoy aquí, ¿Cómo está Mortadela? ¿Ha tenido complicaciones?— preguntó de inmediato.

Como quien no quiere, me acerqué un poco solo para mirar un bulto de mantitas en el suelo y escuché maullidos. Una bola peluda se removía un poco mientras parecía limpiar a sus crías.

Dentro de la habitación había dos personas, un chico y una chica. Ambos miraron a Samantha en vestido de novia, después me miraron a mí en traje, y se miraron entre ellos con la boca abierta. 

—Él es mi esposo... Es... Es una larga historia. ¿Cuántos han nacido?— explicó rápidamente y desvió el tema. 

Yo solo asentí a modo de saludo, Chris estaba detrás de mí, esperando por nosotros, o por ella, mejor dicho.

—Han salido cuatro, creo que solo le falta uno pero está muy cansada.— respondió la mujer aún un poco desconcertada. —Le hemos dado agua y sobo su barriga de vez en cuando pero aún así se ve agotada. 

Contrato de Boda (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora