Lunes, Julio 26. 2:45 p.m.

428 34 2
                                    

Samantha me había indicado el camino a casa de su madre, habíamos pasado por algo de comida para llevar. Opté por un menú un tanto casero,  esperaba que fuera lo suficientemente bueno.

Bajé un poco las ventanas y puse un poco de música, había notado las manos temblorosas de Samantha y realmente no estaba muy seguro de qué hacer o decir, sin embargo quería aparentar que sabía lo que estaba haciendo.

Dudé mucho sobre si debería tomar su mano o no, estaba indeciso, ¿Era buena idea? ¿Le serviría de algo? Al final solo suspiré y doblé en la esquina que ella me indicó. 

— ¿Samantha? —ella murmuró una respuesta. — ¿Quieres entrar allí?

Me había estacionado frente a la casa, era pequeña y se veía un poco descuidada, la hierba alta y la banqueta llena de hojas secas y tierra. Era de un solo piso, el terreno al frente era amplio pero la construcción pequeña, tenía un color amarillento que supuse antes podría ser un perla, no lucía como un lugar saludable para vivir. 

—No quiero entrar allí, pero debo hacerlo.— se encogió de hombros, dando una mirada melancólica al lugar. —No he entrado allí en mucho tiempo. 

— ¿Quieres tomar mi mano?— ofrecí. 

Ella puso su vista en mí un segundo y tragó saliva, entonces asintió. —Déjame abrir la puerta para ti.

Me bajé del auto y lo rodeé para abrir su puerta. Noté algunas miradas y maldije en silencio, debí haber traído otro auto, obviamente llamábamos demasiado la atención. Un grupo de adolescentes se detuvo a lo lejos y señalaron el auto mientras murmuraban entre ellos. Tomé la mano de Samantha y cerré la puerta, activé la alarma y recé para que al salir, pudiera encontrar mi auto intacto, tal cuál lo dejé. 

—Creo que fue mala idea venir aquí.— dijo, pegándose a mi lado. Aún llevaba puesto mi saco, le quedaba grande pero se veía bien, la hacía ver más baja. 

—Todo estará bien.— le aseguré. 

Samantha empujó ligeramente la puerta de madera que apenas nos impedía el paso al descuidado jardín y caminamos entre las hierbas, por un camino que debía estar escondido bajo la basura que había.

La puerta se abrió tras escuchar el timbre tres veces y la misma mujer que había visto sentada llorando el día de la boda, se presentó frente a mí, finalmente de cerca y pude observarla mejor. Era muy similar a la mujer que sostenía mi mano, el mismo cabello y forma de las cejas y nariz. 

Tenía los ojos un poco pequeños, como si hubiera estado dormida y acabara de despertar. Ella nos examinó a Samantha y a mí, entonces sonrió. 

— ¿Me vas a presentar a tu esposo, Samy?— preguntó la mujer, recargándose un poco en el borde de la puerta. 

—Hola, mamá...— murmuró mi esposa en respuesta. 

—Buenas tardes, señora Pickles, es un gusto finalmente conocerla.

— ¡Oh, trajeron comida! Qué considerados, pasen.

Ni siquiera respondió a nuestro saludo, abrió la puerta dejándonos pasar. Samantha apretó mi mano y suspiré. —Tranquila, si algo va mal nos vamos.

Nos adentramos en la peculiar casita, olía un poco extraño, quizá un poco de humedad y vodka. 

—Vengan, la mesa está de este lado...— dijo la mujer, guiándonos hasta una mesa... con muchas cosas arriba, papeles, botellas y latas vacías. 

La mujer tomó una bolsa de basura y empujó todo lo que había sobre la mesa, dentro de la bolsa. Pude notar cómo Samantha se aferró a mi mano, como si su estabilidad dependiera de ello.

Contrato de Boda (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora