Viernes, Agosto 6

426 33 21
                                    

Me asomé un poco a la pantalla al escuchar esa noticia. 

—Oh, están los dos. Perfecto.— dijo la morena. —Están invitados y obvio vas a ser mi dama de honor.

—Oh, guau, que inesperado todo ¿En serio?

Samantha estaba anonadada, ella conocía mejor a su amiga así que, pero recordaba haber escuchado en los primeros días sobre una ruptura y una mujer llorando aquí en mi oficina mientras un confundido Christian la miraba sin saber qué hacer. 

— ¡Sí! Y adivina dónde será mi boda...— la mujer hizo una pausa corta intentando crear tensión e inmediatamente continuó. — ¡En México! Nos casaremos en las playas de Tijuana.— dijo ella emocionada, mientras la veía mover su teléfono arriba abajo junto con ella que saltaba de emoción. 

—Y... ¿Cuándo?— preguntó mi esposa.

Yo no me esperaba la respuesta que venía y por su reacción, ella tampoco.

— ¡Mañana! ¡Nos vamos mañana! Y tienen que venir.— sentenció la mujer. 

Samantha me miró un segundo y dudó en dar una respuesta. Yo suspiré y me encogí de hombros sin saber qué carajos decir, estábamos en medio de algo importante, acababamos de descubrir a la persona detrás de esa absurda cuenta de Twitter y una cabeza más cayó junto con ella, mi asistente personal. ¿Era momento para una boda? Pero más importante ¿Era momento para una boda hasta México? La castañita me miró de nuevo, con esos ojitos de cachorro y con un breve asentimiento entremedio de un suspiro nos di permiso de ir a la boda de su amiga. Ella terminó con un "ahí estaremos" entusiasmada. 

—Se suponía que nosotros eramos los "apresurados" por casarnos.— me reí.

—Ella... es así. Ama el amor y yo solo quiero verla feliz. Se ve feliz.

Enredé mis dedos alrededor de su mano y salimos de la oficina luego que colgó la llamada. Ni siquiera le dio tiempo de preguntarle nada a su amiga. 

—Bueno, sin asistente supongo que es un buen momento para un fin de semana de descanso.— fui disminuyendo mi tono mientras nos acercabamos al ascensor, las secretarias en sus escritorios tenían la vista sobre nosotros. El escritorio de Flackes estaba vacío y el resto se secreteaba. —Vuelvan a sus trabajos, por favor.— dije con un tono autoritario y al instante se levantó el movimiento de papeles y teclas. 

Me lamí los labios y llamé al ascensor. 

—Esto va a dar de qué hablar los próximos días.— le dije a Samantha. —Flackes era muy querida por aquí. 

—Seguramente se esparcirán muchas versiones de lo sucedido ¿Darás un comunicado o algo?

Las puertas se cerraron.

Negué. —No, no doy advertencias, tengo una empresa no un colegio, cada quién es responsable de lo que hace y siendo yo quién les paga no creo que quieran escucharme hablar una hora sobre por qué despedí a su compañera. 

El ascensor bajó hasta el estacionamiento y ambos salimos de allí. Christian estaba recargado en el auto, hablando por teléfono. Nos acercamos a él mientras lo veíamos sonreír.

— ¿Puede ir Dedrick? ¡Genial! Te lo presentaré, lo vas a amar... Pero es mío. 

El chico sonrió, dijo unas cuantas palabras más y colgó con una sonrisa. 

—Estamos invitados a una boda.— dijo entusiasta. 

—Acabamos de hablar con ella, se veía muy emocionada.— dijo mi esposa. 

Contrato de Boda (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora