Donut

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Me limpié las mejillas con el dorso de mi mano, intentando quitar las lágrimas de allí. Observé la cajita con las cenizas y la foto junto a ella y el corazón se me apachurró de nuevo en el pecho. Solté un jadeo y me cubrí la boca con mis manos, no podía soportar el dolor. Era tan injusto, el día anterior estaba tan lleno de vida, tan feliz jugando con sus hermanitos pequeños y luego... No estaba más. No pude hacer nada para ayudarlo.

Las despedidas siempre han sido duras. Escuché a todos sorber la nariz y suspirar mientras sollozaban en casi silencio, sintiéndose tan adoloridos como yo. Habíamos perdido muchos más de los que me gustaría ese mes ¿Qué estaba pasando?

Donut se había marchado, había sido un buen perro aunque no pudiera andar por sí solo, siempre se alegraba y movía la cola cuando escuchaba a alguno de nosotros acercarse. Era agradecido y me veía todo el tiempo con esos ojitos de amor, casi nublados por completo. Solté un sollozo antes de apretar los ojos y darme la vuelta, necesitaba un momento de privacidad para aclarar mi mente y poder continuar con mi día.

Me adentré a mi pequeña oficina y me dejé caer en la silla, recargándome en el escritorio para llorar a mi gusto. Me dolía el pecho y mi rostro estaba acalorado. Me limpié la nariz con un poco de papel y me recargué en mi asiento rememorando todos los momentos con ese angelito que solo quería una amable familia que lo llenara de cariño.

Solté otro sollozo más fuerte. Donut ya estaba feliz, seguramente ya podía correr sin necesidad de sus rueditas de apoyo, y muy seguramente sus ojitos ya veían con claridad. Me gustaba pensar que al morir, todos los animalitos iban a un lugar hermoso, con campos amplios para correr y jugar y un montón de pelotas, peluches, mantitas, etc. Y eran sumamente felices allí

Tomé otro pañuelo de mi cajón y me limpié las mejillas. Me dolía el corazón, debería ya de estar acostumbrada pero siempre me quebraba en llanto al tener que dejarlos ir, ya fuera con sus nuevas familias o a donde sea que fueran las mascotas al morir.

Tenía que dejar de llorar y enfocarme en los que quedaban aún afuera. Quizá podría distraerme un rato jugando con ellos. Caminé hacia el patio principal, donde habitaban los perritos que estaban listos para ser adoptados. Dentro de lo malo, había espacio para lo bueno, había sido una buena temporada en cuanto a adopciones, habían venido diferentes personas y familias a buscar un nuevo miembro para sus familias.

Fui por una pelota y salí al patio, ladridos me recibieron y colitas agitándose de un lado a otro. Sonreí.

—A ver cositas, vamos a jugar a atrapar la pelota. ¿Listos?— la respuesta llegó en ladridos. Lancé la pelota por el lugar y miré cómo corrían con alegría tras la colorida pelota. Unos minutos me cargarían suficiente de energía.

Los animales eran tan hermosos y tan inocentes ¿Por qué alguien les haría daño? Jugué un rato con ellos antes de ponerlos dentro de sus casitas y cerrar bien para que no se fueran a escapar. Fui a revisar a los gatitos y me di una vuelta para ver a los otros animales como tortugas, conejos y hasta una familia de patitos que había llegado recientemente.

He decidido darles el resto del día libre a todos, suficientes emociones habíamos tenido. Me aseguré de dar un último paseo por todas las áreas del refugio y verificar que hubiera agua suficiente para todos. Finalmente el guardia llegó y pude ir a mi casa a descansar al menos un poco, o intentarlo.

Me limpié la nariz mientras los créditos daban inicio. Había declarado día de llanto, al parecer cuando decidí ver esa película que siempre me hacía llorar, y es que el amor entre ellos se había dado desde el primer momento en que se vieron y no se dieron cuenta ¿Cómo no se dieron cuenta? Yo podría reconocer al amor de mi vida si me mirara como él la miró a ella.

Contrato de Boda (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora