Rino.

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Suspiré, con la cabeza metida entre mis brazos.

Estaba recargada en mi escritorio con mi teléfono bloqueado a mi lado y el autoestima en el piso, había llorado un poco leyendo algunos de esos mensajes, Harry me dijo que no los leyera pero lo hice porque no podía dejar de picarme la curiosidad y esa maldita cuenta que se dedica a desprestigiarnos... No iba a ser la excepción. 

No podía explicarme a mí misma el por qué querían tanto lastimarme, por qué insistían en querer destruirme si nunca le hice mal a alguien. 

El timbre de mi teléfono me hizo gemir y apenas levanté la cabeza para mirar la pantalla. Kate estaba llamando, con un poco de pereza tomé el teléfono y deslicé para responder, llevándo el aparato a mi mejilla.

—Estoy yendo al refugio. Estás ahí ¿Cierto?

Tras un suspiró di una respuesta afirmativa. 

—Perfecto, llevo pañuelos, gomitas y un tarro de cerezas, te veo en unos minutos.— y colgó. 

Sabía a qué venía y me levanté de mi silla tallandome el rostro, intentando limpiar el rastro de mis lágrimas ya secas, tendría que mojarme un poco el rostro para calmarme antes de que el río se desbordara de nuevo. 

Salí de mi oficina para ir al baño y me topé con Allen en el pasillo, al verme se detuvo e hizo una mueca con puchero, un puchero de tristeza. 

—No me hagas esa cara que voy a llorar.— le sentencié.

Él suspiró y se acercó para abrazarme. —Perdón, jefa. Es que me parece tan injusto todo lo que te dicen. No mereces ni siquiera una cuarta parte del odio que recibes todos los días.— recargó su barbilla en mi hombro.

Allen era un poco bajito, quizá unos 5 centímetros más alto que yo así que era cómodo abrazarlo.

—Me hacen sentir que sí lo merezco.— medité y no pude evitar el puchero que se formó con mis labios. 

Allen negó enérgicamente. —No, no lo mereces. Te he visto trabajar duro, hasta altas horas de la madrugada, te he visto llorar muchas muertes, despedidas y adopciones, solo te dedicas a hacer el bien.— se separó de mí. —No mereces nada de lo que está pasando, y si ese esposo tuyo no le pone un alto...— negó. 

—No creo que pueda hacer mucho, de todas formas, siempre intenta decirme que lo ignore, que ellos no nos conocen, pero para ser sincera eso no ayuda mucho.

Allen suspiró.

— ¡Allen!— se escuchó por el pasillo.

— ¡Voy! Tengo que llevar más shampoo antipulgas.— alzó las cejas y palmeó mis hombros. — ¿Estarás bien?— inquirió y levemente asentí. —Bien, tengo que irme pero si te sientes mal sabes que todos estamos aquí para ti.

No tardé mucho en el baño, me lavé las manos y me mojé el rostro, me sequé con una toalla de papel y salí para encontrarme a Katie. Al verme ella me atrajo a sus brazos protectoramente. 

—Me dijeron que estabas aquí.— mencionó. 

Llevaba una bolsa de cartón con ella de la cual sacó un tarro pequeño de cerezas, dos paquetes de gomitas en forma de oso y una barra de chocolate KitKat para cada una. Nos sentamos en la alfombra de mi oficina y mientras yo lloraba con la cabeza en su regazo ella acariciaba mi cabello y me escuchaba con atención. 

Boté el papel del chocolate a un lado y suspiré. Me había calmado un poco y ya no tenía tantas ganas de llorar aunque no quería volver a salir. Fue una pésima decisión haberme puesto ese vestido, sí me quedaba bastante grande y parecía que estaba embarazada pero no pensé que me atacaría con eso, y ni siquiera lo decían de una forma bonita como "Oh, está embarazada, qué lindo" o "Se ve tan bonita con su barriguita" era algo malintencionado como "Solo se ve gorda, seguro está embarazada" o incluso "Forma tradicional de amarrar a un hombre a tu lado" ¿Por qué querría amarrar a un hombre a mi lado? ¿Por qué querría amarrar a Harry con un hijo? Teníamos un fuerte de almohadas dividiendo nuestra parte de la cama, cada quién dormía en su esquina y ni siquiera nos besabamos si no había necesidad de fingir la relación. 

Contrato de Boda (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora