Rebecca

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El hombre de uniforme me entregó una bolsa de plástico y un sobre. Murmuró un "Lo lamento" y se alejó.

Harry se acercó a mi lado y puso sus manos en mis hombros, intentando reconfortarme,  no había dicho mucho, salvo casuales "¿Tienes hambre?" "Necesitas comer algo" pero estuvo junto a mi todo el tiempo, solo me dejaba sola cuando tenía que ir al baño.

La bolsa parecía tener algunas pertenencias, y el sobre, una carta.

Habían quitado ya los listones de prohibido el paso de la casa, pues ya habían determinado la causa de muerte y cerrado el caso.

Me senté en el sofá, mirando al rededor. La casa estaba sucia, la mesa tenía trastes con restos de comida, cajetillas de cigarros y latas vacías de cerveza.

No siempre fue así. Tengo vagos recuerdos en los que mi mamá solía mantener la casa en orden, tan limpia que parecía una casa en venta, solía pasar un trapo con un poco de cloro al menos una vez al día. No sé cómo fue que cambió tanto en tan poco tiempo.

Ella y mi padre comenzaron a pelear y eso se fue reflejando en la casa y en ella. Cuando él se fue ella empeoró.

El piso estaba sucio, tenía manchas negras, seguramente había tirado jugo y jamás lo limpio. Los trastes estaban apilados, sucios sobre la estufa e incluso, podía ver correr algunas cucarachas.

¿Cómo podía dejar en este estado una casa en tan poco tiempo?

— Intenté conseguirte un poco de agua pero no encontré un vaso limpio. — dijo Harry, volviendo a sentarse a mi lado.

—Estoy bien, gracias.— murmuré.

— ¿Hay algo que quieras hacer?— preguntó, poniendo su mano cálidamente sobre mi rodilla. — ¿Quieres que saquemos las cosas de aquí? ¿O que contratemos a alguien para limpiar?

Negué. No sabía que hacer ahora, no creí que esto ocurriría, jamás imaginé que podría suceder algo así, quizá en mis pensamientos más recónditos habría la posibilidad de que ella tuviera una sobredosis, o un accidente casual bajo los efectos del alcohol, pero que ella tomara la decisión de hacerlo y escribir una carta al respecto, definitivamente no estaba en mi mente.

—Quiero ir a casa ahora, y no pensar en ellos hasta mañana.— murmuré.

Harry asintió y tomó mis manos para ayudarme a levantar, rodeo mi cuerpo con su brazo y caminamos hacia afuera.

Era ya noche, la calle estaba tranquila y en silencio. El ruido y las luces de la policía y ambulancias había cesado horas atrás, ahora había una calma extraña en el aire.

Mientras regresábamos a casa miré por la ventana. Estaba muerta...

Muerta.

No volvería a verla jamás, no volvería a pelear, no volvería a apuntarme con su dedo mientras me gritaba y su aliento a alcohol no golpearía mi nariz. No volvería a ser insultada y degradada por ella, ni volvería a sentirme frustrada por tener que levantarla del suelo y llevarla hasta la regadera teniendo 11 años.

Ya no iba a gritarme que le arruiné la vida, ni mucho menos a culparme de que mi padre se haya ido.

Al final de cuentas, y fuera el tipo de madre que haya sido, por años, ella fue la única persona que tenía, la única familia que conocí. Ahora estaba sola en el mundo.

Sé que soy una mujer adulta, pero estar completamente sola era aterrador como la mierda. Quizá antes no me era tan escalofriante la soledad e independencia porque sabía que al menos ella estaba ahí si necesitaba algo de compañía humana, incluso si yo solo estaba sentada en el sofá y ella dormida en el piso.

Contrato de Boda (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora