Capítulo 95: FINAL.

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Amarte una vida no es suficiente
- Julietha -

Dos semanas después...

La primera vez que te rompen el corazón es doloroso, las demás son solo el recuerdo de como se sentía ese dolor.

La vida continuaba y nada se detuvo ni por consideración al mar de lágrimas que parecía esas últimas semana.

Terminé lo que había empezado cerca de la medianoche, el insomnio era buen compañero por las noches, prefería pasármela encerrada en mi habitación con un libro estudiando técnicas de arte, repasando el plan de trabajo que Ulises y Olivia me dieron hace pocos días y tratando de pensar lo menos posible en Aarón.

Aarón que cada vez andaba menos por casa e intentaba controlar el interés en saber donde pasaba la mayor parte del día. Mi mirada se dirigió a varios puntos de mi habitación y sin pensarlo dos veces, lo hice.

¿Por qué dudar?

"Es un paso más. Es un paso más para estar bien. ¿Eso es lo que quieres, no? Hazlo"  me dice la parte más sensata de mí, la que siempre debí oír, esa que tiene los pies sobre la tierra y no cree en cuento de hadas.

De mi ropero saco una caja vacía, sin vacilar ni ponerme a recordar, comienzo a guardar el oso de peluche, la foto de nosotros, la cámara que olvidó en mi escritorio y no es capaz de pedirme de vuelta, la rosa falta e incluso la cartita que vino con aquella en la noche de nuestra primera cita, guardo más cosas de las que pensé.

Mi mente acude a lo primero que vino de él, la cadena que aún adorna mi cuello, cierro mi mano en un puño sobre el dije, el infinito dejando marca en la palma de mi mano, se lo prometí, nunca me la quitaría y...aunque mi racionalidad me dice que debo guardarla en el fondo del armario, mi lado orgulloso dice que debo demostrarle que yo si tengo palabra.

Nuestra ruptura aún es muy recién para mí y aunque cada vez que lo veo con Natalie quiero aventar al suelo la primera cosa que encuentre a mi alrededor, me duele demasiado para aceptarlo en voz alta. Me siento estúpida por no superarlo con la misma rapidez como él lo hizo conmigo.

Corro las puertas de mi armario y adentré la caja cerrada en una esquina entre las sombras, oculta con mis prendas más largas y que no creo utilizar a excepción de eventos excéntricos o de trabajo. Mis manos tiembla cuando cierro las puertas detras de mí, apoyando mi espalda en el armario luchando con el instinto de sacarlas y ponerlas en su lugar de nuevo.

Respiro hondo, acercandome para desmontar el lienzo del cabellete y ordenar el cuchitril que tengo en mi habitación. Votando bolas de papel que en un principio eran bocetos de ideas que acudieron a mi mente, pero no concluía nada, eran trazos sin lógica, sin forma, sin color, y desechando pinceles secos que se me olvidaron lavar.

Volvía a ser un desastre, empecé a crear otra vez el vacío en mi mente cuando sobrepienso mi futuro o la incertumbre de no saber quien era ese reflejo cuando estaba delante del espejo.

Mantuve mi mente ocupada con quehaceres y deberes para no pensar que el ciclo de ansiedad y desconcierto se reiniciaba.

Dos semanas, catorce días muy largos, eternos si me ponía dramática, no podía mentirme, dolía solo un poco menos, pero ya íbamos avanzando. Supongo que no mediar palabra con él y solo permitirme pensar en un nosotros imposible por las noches ayudó en algo.

Acostada en mi cama, viendo por mi ventana con las persianas los colores de la noche, tan oscuros y a la vez tan bonitos, tan perfectos e irreales fue la primera vez que pensé en comparar dos dolores del alma.

Te amo hasta el infinito. (INFINITO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora