Capítulo 53

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- Julietha -
Lágrimas, temor e ira.

—¿Aquí te quedas cuando vienes a Seattle?—cuestioné pasando a una habitación que en cada esquina gritaba propiedad de Aarón Ruiz.

—Claro que no, me voy al hotel.—bramó sentandose en la cama.

—La casa es bonita al igual que esta habitación ¿por qué no quisieras quedarte?

Su mirada de incredulidad me hace sentir como si estuviese preguntando lo obvio.

—Porque la casa es bonita pero la mayoría de las personas que la habitan no. Por eso prefiero la comodidad de la suite del hotel.—explica.

—Y de seguro el niño millonario pide la mejor habitación ¿o me equivoco?.—fastidié con una sonrisa de suficiencia.

—Ya conoces la respuesta.

—No. Quiero oírla de tu boca. Puede que esté equivocada.

Camino delante de él, la luz está apagada y por la ventana entra suficiente luz de luna iluminando lo necesario. Me pregunto qué tan inútil fue intentar poner una barrera entre él y yo camuflada por un estúpido juego, en realidad, quería probarme o probarlo a él, pero jamás imaginé que fuese tan difícil y frustrante.

—Deja de tentarme, Julietha.—asevera.

—No es mi culpa que mi cuerpo te tiente a fantasear, que eso implique que pierdas y no te quede otra opción que pagar tu deuda cuando volvamos a Los Ángeles.—ataco pasando mis manos por una repisa llena de fotos con marcos antiguos.

—Me estoy controlando y no me la estas poniendo fácil.

Volteo a verlo sobre mi hombro. Sonriendo con dulzura en mis labios y lujuria en mis ojos.

—De eso se trata, de ver quien resiste más, quien logra controlar lo que es incontrolable.

—Podrías perder y tendríamos la cita en una pista de carreras.—su comentario me hace soltar una risa.

—¿Tanto te urge tenerme?—interrogo dándole la espalda para que no vea el calor subiendo hasta mis mejillas.

—No tienes ni idea.—constata después de un minuto de silencio.

—Ya me di cuenta.—murmuré al sentir sus palabras saliendo con demasiada contención.

Tomé una foto en mis manos y distraída delineé con mi dedo encima de cada persona que aparecía sentada en el sofá, todos sonrientes y felices.

Mis pensamientos estaban divididos en dos, por una parte estaba pensando que más podía hacer para que Aarón pierda, porque anhelaba que disipara conmigo la tensión que cargaba y la otra parte más inocente se centró en lo que tenía en las manos, al final mis fantasías lujuriosas fueron apagadas por un cubetazo de realidad.

Supongo que Aarón en esta foto tenía unos catorce años, quince como mucho. Quisiera haberlo conocido desde hace años atrás, para tener una noción del cambio entre cuando tenía esa edad y lucía lleno de vida, a comparación de ahora, que tiene una armadura de metal, tan difícil de quebrantar que consigue que desistas al primer intento de derribarla, que permite que te des por vencido al verte tan insignificante como para abrirte las puertas de hierro a su interior.

Te amo hasta el infinito. (INFINITO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora