Capítulo 89

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- Julietha -
El tiempo se termina.

Caminamos un largo trayecto calle arriba, hasta vislumbrar el pequeño parque que tenía un mirador con vistas a la inmensa playa.

—Sabes que significa esto—sacó de su bolsillo una tela roja.

—No me digas que rentaste el restaurante mexicano para nosotros está noche—mi voz sonó como una súplica, noté que sonría.

Alcé una ceja. Después de todo lo que me dijo y prohibió, ¿tiene el descaro de reírse de mí en mi cara?

—Suena como algo que haría pero no es lo que tenía planeado.—confiesa.

Tomé la venda yo misma y me la até detrás de la cabeza, bajando los brazos con derrota.

—Llévame donde quieras.—dije y oí que dio un paso hacia delante—Solo no dejes que me caiga.

No respondió. Besó mi mejilla y me guió.

No llevé la cuenta de cuantos pasos dí, cuantas cuadras caminé, no fue mucho así que supuse que estábamos en el parque porque oía cuchicheos y gente riendo, pude notar que la iluminación había cambiado por el grosor de la tela, no sabía enfrente de que estaba, sus manos en mi cintura pasaron a desatar el nudo que yo hice.

Abrí los ojos pesadamente, acostumbrándome a la luz y estaba muy lejos de ser una cena común y corriente en un aburrido restaurante.

—Tú sí que sabes convertir lo sencillo en mágico.—murmuré sujetándome de sus brazos rodeando mi cintura, su mejilla al lado de la mía cuando su barbilla reposó en mi hombro.

—Tú vuelves todos los momentos mágicos. ¿Te gusta?

—Es perfecto.—asentí pestañeando con premura para asimilar que no era un espejismo.

Vi muchas personas observándonos, una anciana aplaudiendo y los demás lo siguieron, seguramente pensaron que era una pedida de mano, fácilmente podría aparentarlo si no supieran que mi novio es el chico más exagerado y detallista del mundo, y que solo llevamos seis meses de novios.

Muy poco tiempo para decidir unir nuestras vidas en matrimonio aunque asegurásemos estar muy enamorados.

Caminé hasta el "picnic" bajo un árbol que nos esperaba, el mismo árbol que estaba lleno de luces en sus ramas, había una cesta y pétalos en el perímetro de la manta, esto parecía una escena de película, pero el detalle de que fuese una cena en una noche estrellada y no una merienda o almuerzo lo hizo más especial.

La comida obviamente era de un restaurante, del restaurante mexicano para ser más exactos, Aarón no se acercaba a la cocina si no era por necesidad y eso lo entendí perfectamente.

No me acostumbraba a comer con espectadores, este parque era la zona más céntrica de esta urbanización y casi nunca había parejas jóvenes, era un lugar de encuentros de ancianos, de familias con hijos, era tranquilo y pacifico, quizás por eso Aarón venía a escapar a su casa de playa, porque no había el bullicio de la ciudad o el ajetreo de la juventud con las hormonas revueltas.

Yo entendía mejor que nadie esa sensación de agobio, de ahogarte en tu propia vida, era horrible pasar los días sintiendo que no puedes lidiar ni contigo mismo/a.

Te amo hasta el infinito. (INFINITO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora