Prologo

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Él estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Sin embargo, también era una mujer, una mujer frágil, una mujer delicada, más no una débil, y a la vez ambiciosa de la vida. Era una mujer que lo deseaba como hombre, quería tener esos ojos ámbar, esa grandes y experimentadas manos, sus hermosos cabellos platinados, su boca adulta, quería tener todo de él; pero el solo pensarlo era patético.

Si tan solo no lo hubiera conocido, si tan solo me hubiera rendido a tiempo, si tan solo... si tan solo no me hubiera enamorado de él.

Pero eso fue mucho después de que problemas más grandes comenzaran, después de que arruinara la vida de toda familia. Ese día no lo olvido, recuerdo a detalle cada segundo de aquel día, de aquella noche; y supongo que ese es mi castigo, que, a pesar de tener tan mala memoria, justo eso pueda recordarlo al pie de la letra, mi castigo no es olvidar, mi castigo es cargar la culpa.

Esa noche, cuando mis papás y mi hermano partieron en el auto, mi hermana mayor y nos quedamos solas a las 8:55 p.m., ella llevaba puesta aún la ropa con la que había llegado de la universidad, y yo traía mi pijama blanco. En el televisor anunciaban los números ganadores de la lotería: 28, 23, 07, 26.

A las 10:39 p.m. unas luces rojas y azules traspasaban la ventana, el ruido era tal que nos hizo levantarnos, mi hermana fue quien abrió la puerta. Una mujer uniformada la miró con compasión, luego lanzó una corta mirada hacia mí y su mueca se remordió más.

-Buenas noches, ¿son las hermanas Higurashi?

-Sí, ¿hay algún problema?

-Bueno, verá... sus padres... ellos...

No... ¡No, no, no!

No escuché nada más, solo vi los labios de la oficial moviéndose, todo a mi alrededor colapsó, Kagome tapó su boca con sus manos para evitar llorar, aunque fue inútil, en menos de lo esperado sus mejillas estaban empapadas. Sentí mi garganta gritar pero no escuchaba nada, vi a mi hermana abrir la boca pero tampoco escuché, los policías trataron de calmarla pero no servía de nada.

Entonces todo se fue de mí, nuestra vida cambió desde entonces.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora