Capítulo 29: Descubiertos

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Cuando Sesshomaru dejó nuestra casa me sentí desolada. Su habitación había quedado casi vacía, a excepción de los muebles, que a como había dicho InauYasha, quedaban a la disposición de su hermano su quería visitarnos alguna vez. Él llevaba lista su última maleta, InuYasha, Kagome y yo estábamos en la puerta para despedirlo.

-Gracias otra vez por cuidar de mi hermana. –Le dijo Kagome.

-Gracias a ustedes por darme un lugar en su casa. –Le respondió. –Ahora te pido que cuides de mi hermano, Kagome.

-Lo haré.

-Te veo en el trabajo la siguiente semana. No te olvides de comer bien, tonto. –Le dijo InuYasha.

-Tú debes de cuidarlas a ambas, torpe.

-¡Khe! Por supuesto que lo haré.

-Rin. –Se dirigió a mí, pero yo no podía responderle nada, ya bastante me estaba costando contener las ganas de llorar. –Debes esforzarte en la escuela, ¿de acuerdo? El examen de ingreso a la universidad se acerca. –Yo solo asentí sin decir una palabra. –Oh vamos, no estés triste. No es como si me fuera del país, prometo que vendré seguido, además puedes visitar las oficinas cuando tú quieras, desde hoy tienes acceso ilimitado... Rin, entiende que no es una despedida, ahora somos familia, ¿no es así? Estaré para ti siempre que me necesites.

No pude aguantar más, las lágrimas salieron de mis ojos, me aferré a él abrazándolo, no quería dejar de verlo todos los días, no quería dejar de desayunar con él, no quería dejar de vivir con él. Peor también tenía razón, ahora éramos familia, no debía despedirme de él, faltaba poco para que entrara a la universidad, pronto podríamos hablarle a todo el mundo sobre nosotros.

Me separé de él con una sonrisa de alivio y sequé mis lágrimas.

-No trabajes demasiado, recuerda que debes descansar, ven a comer con nosotros los fines de semana, ¿sí?

-Lo haré.

Después de eso tuve que conformarme con solo mensajes de texto u ocasionales llamadas rápidas, mis estudios para el examen me mantenían lo bastante ocupada, por lo que tampoco podía verlo después de la escuela. Sin embargo, no la pasaba del todo mal, ya no la pasaba tan sola en casa, tenía a Kagome e InuYasha, quienes hacían la casa más armoniosa; además en la escuela la pasaba con Kohaku, estudiando duro para entrar a la misma universidad. Visitamos a Souta un par de veces, el doctor nos dijo que estaba teniendo avances increíbles, reaccionaba cada vez mejor a las pruebas e incluso movía las cejas y las manos de vez en cuando; era un verdadero alivio saber que, si todo seguía saliendo bien, pronto despertaría.

Desde el accidente de mis padres no podía decir que tenía una vida feliz, pero en esa corta época en la que todo parecía estar en su lugar y que todo marchaba a la perfección, por primera vez en mucho tiempo pude decir que me sentía plena y feliz viviendo.

-Entonces te veo mañana a primera hora, no se te ocurra llegar tarde. –Me dijo Kohaku en la entrada de la escuela, el examen de ingreso era al día siguiente y teníamos que estar a primera hora en la entrada de la universidad.

-Descuida, no lo haré.

Ambos nos dirigíamos a casa; todos mis compañeros y yo estábamos hechos un gran manojo de nervios, la tensión se podía sentir en el aire, la pesadez y el cansancio por las noches en vela estudiando pesaban sobre nuestros hombros. Pero todos teníamos un motivo, todos perseguíamos algo, es por eso que todo ese esfuerzo se sentía bien, portábamos con orgullo nuestras ojeras por los desvelos; todo nuestro sacrificio era el pase para cumplir nuestros sueños.

En medio de nuestra conversación, un auto color gris que reconocí de inmediato se orilló a la acera afuera de la escuela. Cuando bajó el vidrio para dedicarme una cálida sonrisa, mi corazón brincó de alegría, mi preocupación pareció disiparse en un instante y sentí mis mejillas calentarse un poco.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora