-¿Qué?
-Que estás molesto porque me fui con Kohaku y no contigo, pero no es lo que crees. –Involuntariamente comencé a llorar.
Su mirada cambió al verme así, los puños que tenía formados con sus manos hace unos instantes desaparecieron, su semblante cambió y su entrecejo dejó de estar fruncido.
-Rin. –Su voz también se calmó. –No puedo entender si no me explicas.
Dudé. Nunca le había contado sobre eso a nadie, porque me ponía triste, porque me recordaba ese día, porque representaba una de mis debilidades. Pero necesitaba hacerlo por lo menos una vez, y él estaba dispuesto a escuchar, y él era... él.
-Sabes que mis padres están muertos, ¿cierto?
-Sí, Kagome me contó que fue en un accidente en su auto.
-Una semana antes de eso, yo tenía un recital de violín en la escuela, pero Souta, mi hermano, se enfermó y ni mis padres ni Kagome pudieron asistir, me quedé sola en mi recital y desde entonces no quise volver a tocar el violín, pero fue solo un tonto capricho de una tonta niña. El día del accidente fue en mi cumpleaños, teníamos planeado salir desde temprano pero cuando estábamos a punto de llegar al restaurante donde celebraríamos mi cumpleaños, Souta volvió a sentirse mal y tuvimos que regresar cancelando todo. Yo me molesté mucho, les dije cosas terribles a mis padres y a él; dije que él siempre arruinaba todo, que solo fingía para molestarme, que mis padres lo querían más a él que a mí por ser adoptada.
-¿Q...qué?
-Así es, mis padres me adoptaron cuando tenía cuatro años, un año después de que Souta naciera. Ese día les dije a mis padres que ellos no eran mis verdaderos padres, que solo me adoptaron porque sintieron lástima por mí... por Dios, fueron cosas terribles. –Sentí mi llanto intensificarse. –En la noche escuché que Souta le dijo a mis padres que quería compensarme, que quería ir a comprarme el oso de peluche color rosa que tanto me gustó el otro día, y yo no dije nada, no lo evité, creí que era lo menos que podían hacer; como era tarde mis padres lo llevaron en el auto, mi hermana y yo nos quedamos solas... unas horas más tarde la policía fue a nuestra casa a notificar que nuestros padres habían tenido un accidente de auto y que habían muerto. –Un nudo en mi garganta terrible se formó. –Y nuestro hermano no despertaba.
No pude contenerme más, comencé a llorar de verdad, de manera desesperada. Mis padres, mi hermano... y yo no podía hacer nada. Mi corazón dolió una vez más, mi mente volvió a quebrarse, sentí que estaba a punto de desmoronarme, pero algo me sostuvo. Unos brazos firmes y fuertes me tomaron en un abrazo que me inundó en su aroma, y en automático, me sentí protegida.
-Fue mi culpa. –Dije entre llanto.
-No, no lo fue.
-Lo fue, si no les hubiera dicho todo eso, si no me hubiera portado a sí con él no hubiera querido ir por ese tonto oso. Yo los maté... ¡yo los maté! –Solté un grito ahogado en lágrimas, estaba perdiéndome en esa pesadilla realista del pasado. Pero sentí sus manos tomar mi rostro para forzarme a mirar el suyo.
Me sentí avergonzada a que me viera así, seguro estaba hecha un desastre, pero la tristeza y la desesperación me desviaban de eso. Con su pulgar limpió las lágrimas que iban saliendo, acomodó algunos de los cabellos que se habían salido de mi coleta; acarició mis mejillas y su mirada ya no se veía ni enojada, ni fría, ni triste, no sabía lo que era, jamás me había mirado así.
-He dicho que no, no tienes la culpa de nada, las cosas solo tenían que pasar, pasaron por algo o no lo sé. Pero no podemos hacer nada para cambiar eso, ni tú, ni yo, ni nadie.
-Ojalá... ojalá yo estuviera en el lugar de Souta, ojalá yo hubiera muerto en lugar de ellos.
-¡No digas eso! –Soltó desesperado. –Nunca vuelvas a decir eso en tu vida, ¿entiendes?... ¿Qué hay de tu hermana?, ¿de mi hermano?... ¿D...de mí? No puedes seguir cargado con la culpa toda tu vida, porque tu vida es todo lo que vale ahora.
-Sesshomaru.
-Nada puede valer más que tu vida... -Susurró.
Ya no pude decir otra cosa, las palabras no salían, no se me ocurría nada, no podía hablar. Así que solo dejé que él acurrucara mi cabeza en su pecho; me dediqué a escuchar su respiración, a oler su perfume natural, a sentir sus manos sobre mi cabeza.
No sabía qué era eso, se sentía bien pero a la vez dolía. Quería averiguarlo, saber cómo es que él lograba revolver mi mente, quería respuestas, pero por el momento, solo me quedé así con él.
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Nos pertenecemos (Finalizado)
FanficÉl estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Sin embargo, también era una mujer, una mujer frágil, muy d...